domingo, 13 de diciembre de 2009

Roma y los neoliberales

La República
04 de octubre de 2008


Por Alberto Adrianzén Merino

Hace algunas semanas, el presidente ecuatoriano Rafael Correa afirmó que no se estaba frente a una época de cambios sino más bien frente a un cambio de época. La crisis económica mundial de estos días así parece confirmarlo. Como nunca los cimientos del sistema mundial (capitalista) han sido remecidos, pero también la ideología neoliberal que ha sido su sustento en estos años.

En el primer discurso de Ronald Reagan, como presidente de EEUU, este dijo, luego de explicar la crisis económica: "En la crisis actual, el gobierno no es la solución a nuestro problema. El gobierno es el problema". En estos días tales palabras suenan hasta cómicas. El Senado norteamericano, a pedido del gobierno, acaba de aprobar el mayor salvataje económico de toda la historia capitalista: 700 mil millones de dólares, hasta ahora, es el costo de un rescate que premia la especulación y castiga a los ciudadanos.

Y si bien uno puede repetir aquellas frases que dicen que en el capitalismo las ganancias son privadas y las pérdidas sociales, cabe señalar que el dogma neoliberal que explica las crisis económicas por la injerencia del Estado, hoy ya no es sustentable por una razón muy simple: la causa del problema (el Estado) no puede ser al mismo tiempo su solución (el Estado). Pero, además, tira por los suelos la vieja utopía, también liberal, de la autorregulación del capitalismo.

Adam Smith pensó el mercado como un espacio público capaz de regular los egoísmos de los capitalistas. Ellos, los capitalistas, sabían cómo entraban al mercado pero no sabían, gracias a la competencia con los otros capitalistas, cómo salían. Es el encuentro libre entre capitalistas y consumidores lo que, finalmente, (auto)regula la economía. No está demás decir que ese mercado (teóricamente) es "perfecto" porque todos los capitalistas, se supone, son iguales. Hoy ese mercado perfecto no existe, como tampoco la competencia es perfecta ya que el dominio de los monopolios o de los grandes capitales (por ejemplo, el financiero) impide que se dé una competencia entre iguales.

Por eso hoy los capitalistas (y también el Estado que es suyo) se comportan como la Roma Imperial que apelaba a la dictadura cuando los bárbaros sitiaban su ciudad. El plan de rescate del Secretario del Tesoro Henry Paulsen es eso, y queda claro cuando sostiene: "Las decisiones del Secretario según la autoridad de esta Acta no están sujetas a revisión, son asignadas a discreción de la agencia, y no serán fiscalizadas por ninguna corte de justicia o agencia administrativa". En otras palabras, el proyecto está más allá de la ley, es un golpe de Estado de un Senado que no es romano sino norteamericano. Nunca el poder del Estado (y del gobierno) ha sido tan grande, gracias a los neoliberales.

Tambiénn ha colapsado la famosa "libertad de los modernos" o "libertad negativa", enunciada, primero por B. Constant en el siglo XIX y por I. Berlin en el siglo pasado, y que se basa, como bien dice Q. Skinner (El nacimiento del Estado: 2003), en la definición de Hobbes: "Libertad significa, propiamente hablando, la ausencia de oposición". Es esta manera de entender la libertad como un atributo de las acciones del hombre –que sustenta el famoso "principio del orden espontáneo" de Hayek, columna vertebral del neoliberalismo– y no como una condición esencial del sujeto, lo que también ha fracasado. No es cierto, como dicen los neoliberales, que uno es más libre cuanta menos oposición encuentren sus acciones.

Y eso es, justamente, lo que ha pasado en estos años. El capitalismo (financiero) no ha encontrado oposición para actuar y ahí están los resultados. Ni el mercado ha funcionado ni tampoco el principio de "libertad negativa". Hoy somos menos libres, más oprimidos y más pobres.

Por eso la crisis mundial no es solo un asunto de la economía, lo es también de la política. Y así como hoy se requiere un nuevo Estado regulador (capaz de distribuir la riqueza y frenar la voracidad de los capitalistas), estamos obligados a (re)construir un nuevo concepto de libertad para ser más libres. Skinner dice que hay otro concepto, desarrollado en los años de la Revolución inglesa, que señala que libertad es no someterse a la voluntad del otro. La libertad es una condición del sujeto y no sus acciones, por ello, la libertad de uno está vinculada a la libertad de su comunidad o de la república.

Y hoy que nos aproximamos a una "dictadura romana" a nivel mundial y que en todos estos años hemos hecho la voluntad del otro, este concepto de libertad nos permite conciliar lo que el capitalismo y el neoliberalismo terminaron por distanciar: libertad e igualdad. Dicho en otras palabras, luchar por la libertad ahora no es luchar por la libertad de los mercados, de los capitales y de las mercancías, es luchar contra toda opresión y tiranía, y ello incluye, como es obvio, al propio capitalismo.

(*) http://www.albertoadrianzen.org/

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