lunes, 28 de diciembre de 2009

MICHAEL WALZER Y LOS DEFECTOS DEL LIBERALISMO



Lunes 28 de diciembre de 2009
Del Blog de Gonzalo Gamio
Por Gonzalo Gamio Gehri

Michael Walzer es uno de los más importantes filósofos políticos del presente. Su concepción de la justicia distributiva, así como su teoría de la guerra justa y su fenomenología de la crítica social han influido profundamente en los debates teórico-políticos. Personalmente considero que una de las más importantes contribuciones de Walzer a la reflexión sobre la praxis es su compleja lectura hermenéutica del liberalismo. Hace algunos años, el pensador norteamericano publicó Razón, política y pasión. 3 defectos del liberalismo[1], libro en el que se detiene en aquello que considera las zonas vulnerables de la teoría política liberal, generalmente deudora de una concepción procedimental de la razón práctica. Walzer sostiene que una comprensión más compleja del liberalismo tendría que corregir desde dentro estas deficiencias conceptuales.

I.- En primer lugar, el desmedido énfasis liberal en la figura de las asociaciones voluntarias, así como la omisión de cualquier forma de comunidad no elegida como forma de afiliación y fuente de una vida plena. Como se sabe, los liberales tienden incluso a caracterizar teóricamente a la sociedad entera como resultado de un acuerdo voluntario, un contrato (en gran medida, los Principios de Filosofía del Derecho de Hegel apuntaban ya a señalar estas limitaciones del modelo contractualista desde su persuasiva descripción del “derecho abstracto”). No obstante, los liberales no reparan en la importancia de las comunidades en la formación de la identidad y en el sentido de ciudadanía de las personas. De hecho, la autonomía racional (la capacidad de agencia) se ejercita sobre la base de esa clase de vínculos. Familias, comunidades religiosas y políticas, etc., son instituciones a las que hemos ingresado discutiendo y eligiendo sus reglas y estructura básica. El contacto con ellas y con sus usuarios nos convierte en seres capaces de juzgar y evaluar normas y lazos sociales, y de examinar principios complejos de justicia.

II.- En segundo lugar, la primacía de la deliberación en la descripción liberal de la acción política. La imagen de un grupo de ciudadanos tomando decisiones fruto de consensos en torno a argumentos racionales puede ser edificante e inspiradora, pero no puede ser absolutizada sin prestar la atención debida a la diversidad de actividades que constituyen lo político. Walzer ofrece un sugerente análisis de un conjunto de acciones que no implican necesariamente la deliberación dentro de la vida política: educación política, organización, movilización, toma de posición, debate político, negociación, lobbysmo legal, gestión de campañas, participación en elecciones, captación de donaciones, labores auxiliares, etcétera. La deliberación es una forma de acción política que desempeña un rol regulativo, crítico, pero no constituye el centro mismo de la vida política. Los liberales tienden erróneamente a soslayar estas otras actividades no deliberativas.

III.- El interés liberal en el razonamiento práctico lleva a menudo a los liberales a desestimar o a minusvalorar el rol de las pasiones en la vida política. Allí residiría, según el autor, el tercer defecto del liberalismo. El pathos de la militancia no necesariamente debilita nuestra capacidad de discernir y elegir proyectos con sentido (este es un territorio conceptual que Walzer comparte con otros filósofos liberales, como Richard Rorty y Martha Nussbaum). Nuestra capacidad de indignarnos o de sentir compasión hace posible el fortalecimiento de nuestra “energía utópica”, la disposición a imaginar y concebir nuevas posibilidades de justicia y libertad para nuestro mundo. El lector encontrará aquí una interesante lectura ‘cívica’ del poema El último día / El juicio final de W.B. Yeats. Merece una especial mención el tratamiento que da Walzer a la actitud escéptica, mientras muchos conservadores afirman que la duda “detiene la vida”, el autor sostiene lo siguiente:

“El escepticismo, la ironía, la duda, un modo crítico de pensar – todos estos son rasgos de las mejores personas (aunque es probable que Yeats los considerara signos de decadencia aristocrática) -. Tener convicciones es algo admirable, pero también lo es no estar demasiado seguro de ellas”[2].

Michael Walzer ha emprendido en este texto la tarea de realizar una autocrítica del imaginario liberal a partir de un análisis fino de las prácticas sociales asociadas al liberalismo, y de sus ineludibles elementos normativos. El liberalismo tiene que ser examinado y cimentado desde una comprensión menos ‘abstracta’ – en términos de Hegel – de sus categorías y modos de ser constitutivos. Se trata de un esfuerzo teórico importante por conciliar rigurosamente los valores de la libertad y de la pertenencia.
--------------------------------------------------------------------------------
[1] Walzer, Michael Razón, política y pasión Madrid, La balsa de la Medusa 2004.
[2] Ibid., pp. 75-76.

No hay comentarios:

Publicar un comentario