jueves, 7 de enero de 2010

Repensando a Samuelson

El Comercio
19 de diciembre de 2009
Por: Hugo Guerra

Casi ha pasado desapercibida la sensible desaparición del gran economista Paul Samuelson, pese a que sus enseñanzas debieran ser consultadas ahora que el Perú está conflictuado por tener buenos resultados macroeconómicos en medio de terribles desórdenes políticos y sociales.

Entrevisté al maestro estadounidense en agosto de 1980. Recuerdo su mirada especialmente inteligente y curiosa. Más que contestar se dedicó a conversar, le interesaban nuestra historia prehispánica, las tendencias sociales, y, claro, la forma como transitaríamos del estatismo militar a la renaciente democracia belaundista.

Quién sabe si después de su paso por Lima habrá analizado cómo se produjo primero el desastre financiero del populismo, luego la hiperinflación del aprismo y, más tarde, la corrupta experiencia neoliberal del fujimorismo. Sin embargo, el análisis del proceso económico peruano encaja perfectamente en sus críticas de base.

No hubiera rechazado la apertura del mercado en la década del 90; pero sí hubiera advertido que no todo puede dejarse librado al juego de la simple oferta y demanda porque —a diferencia de lo propugnado por el neoliberalismo— los individuos no siempre actúan de manera racional buscando preservar su propio interés. Con frecuencia hay comportamientos equivocados; por tanto no puede confiarse en el determinismo económico sustentado en reglas que funcionan bien en la teoría pero no en la realidad, menos cuando influye el azar. De allí que es indispensable la intervención del Estado para equilibrar los niveles de vida.

El rol del Estado no puede reducirse al simple arbitraje básico. Como demostró Samuelson en sus simulaciones matemáticas, se producen desequilibrios porque las personas no siempre reciben lo justo por lo que aportan, de modo que las desigualdades necesitan ser disminuidas y controladas desde fuera del mercado.

Esa intervención es fundamental para impedir que la desigualdad se traduzca en crisis política y financiera. Así, justificando la necesidad de que el Estado retome su función regulatoria, Samuelson dijo hace poco (citado por “El País” de Madrid): “Los genios de la ingeniería financiera crearon un monstruo a lo Frankenstein, que después no supieron cómo gobernar. Toda la burbuja del sector inmobiliario se creó y nadie hizo nada para detenerla [...] así se dieron en el mundo excesos increíbles de apalancamiento sin que nadie supiera lo que se estaba haciendo. Era como operar con los ojos vendados, y nadie aprendió nada de ello”.

Al trabajar las teorías del bienestar, la elección pública, los ciclos económicos y las finanzas públicas, Samuelson propugnó que el Estado intervenga en el mercado para tratar de lograr lo más preciado en cualquier sistema político sano: la justicia social, que solo es posible cuando existe una adecuada distribución de la riqueza que generan las naciones.

En el Perú del siglo XXI tal es precisamente el gran reto, porque la democracia en sí misma estará en riesgo mientras no se entienda que sí necesitamos mantener un mercado interno libre, pero cautelando que este no se desboque hasta convertirse en una forma salvaje de regulación social.

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