miércoles, 26 de mayo de 2010

Los meses que duraban 20 días

LA CANASTA BÁSICA NO ES ECONOMÍA, ES MADUREZ

El Comercio
Por: Luis Felipe Gamarra
Jueves 11 de Febrero del 2010

Momento notable de la economía I. Verano del 2005. Había sol. Los niños corrían por el parque, las mamás los miraban desde las bancas, los borrachos dormían bajo la sombra de los ficus, las ratas esperaban la noche para acometer sus fechorías. Yo caminaba alegremente a la bodega, con el objetivo de adquirir dos botellas de cerveza rubia, sin imaginar que un suceso económico estaba apunto de marcar mi vida. Tenía solo S/.15 en el bolsillo. Y aún faltaban ocho días para fin de mes.

¿Cómo pude llegar a ese extremo?, me pregunté al salir de la bodega, con las cervezas en la bolsa y con solo S/.8 en el bolsillo. Para mí, durante aquella época, los meses solo deberían haber durado 20 días. Más allá de ese límite, ingresaba a un limbo en el que solo pagar a crédito me permitía vivir un día más. A pesar de que mi salario me permitía comprar hasta tres canastas básicas como las que indican las estadísticas del INEI, por alguna razón inexplicable, durante los años que viví solo, nunca pude comprar ni la mitad de la canasta más elemental para sobrevivir en una isla.

¿Por qué me pasaba esto a mí? Un día decidí dejar de culpar a la reforma agraria de Velasco, a los paquetazos de Alan García, a la corrupción de Fujimori o a las farras de Toledo; y contabilicé mis gastos, hasta confirmar lo que más me temía: casi el 65% de mi salario lo gastaba en licor, comida rápida o distracciones. Por ese motivo, mi refrigeradora no tenía lo que los limeños promedio almacenan en sus hogares para vivir con dignidad: carnes, pescados, frutas, tubérculos o legumbres. Todo lo contrario, no tenía nada, pero vivía, por extraño que parezca, feliz.

Mi primera conclusión: la canasta básica de un soltero se parece más a una caja de cerveza, en la que en sus pequeños compartimentos verticales solo cabe todo lo que venga en botella. ¿Culpa del gobierno? Quizá. ¿Irresponsabilidad mía? De todas maneras.

ECONOMETRÍA BÁSICA

Momentos notables de la economía II. Otoño del 2009. Una reportera de un canal televisivo invita a un reputado profesor de la Universidad del Pacífico al mercado de Magdalena para que responda una duda existencial a un grupo de amas de casa: ¿por qué los productos más elementales de la canasta básica de los limeños han subido de precio?

Con el mismo talento con el que le transmite su sabiduría a sus alumnos de séptimo ciclo de Econometría II, les dijo: “La crisis internacional, producida por el mercado de hipotecas, hizo que los inversionistas y especuladores migraran a inversiones respaldadas por activos, como los commodities o los hidrocarburos. El alza del petróleo, que demandan muchas plantas de productos manufacturados, generó un golpe en la oferta de todos los productos que elevó los alimentos en el Perú”.

Las mujeres lo oyeron atentamente, a pesar de la claridad de la tesis, una mujer cuestionó: “Usted no va al mercado, ¿no?”. Las mujeres, sin saber que él había seguido un posgrado en Stanford, dejaron al profesor solo, pensando qué parte de la clase no las enganchó.

Segunda conclusión: para cumplir con la canasta básica no se necesita una economía sólida ni un MBA en el extranjero.

LAMA EN LIMA

La canasta básica se inventó a fin de establecer parámetros justos para definir el salario mínimo. Si la canasta básica del país se estima en S/.1.292, como dijo el jefe del INEI la semana pasada, y el salario mínimo se fijó en S/.550, no se necesita ser un matemático brillante para afirmar que los parámetros no parecen haber sido precisamente los más justos.

Y si uno revisa los productos que abarcan la pequeña canasta, con la que un limeño promedio debería propinarse dignamente algunos placeres mundanos, veremos que solo los lamas tibetanos podrían acatar a cabalidad la dictadura de las necesidades más elementales: 5,5% en carnes, 5,3% en ropa, 0,9% en licor, 0,04% para turismo y 0,1% en tabaco.

ESPOSAS Y CANASTA

Momento notable de la economía III. Verano del 2010. Camino a la bodega, tengo más que S/.15 en el bolsillo. Me gustaría comprar dos botellas de cerveza, pero en casa esperan que lleve el pescado, la cebolla, el ají amarillo, el arroz, el choclo, el aceite, la leche, los huevos y los tallarines. Mi caja de cerveza se ha transformado en una canasta de paja, con la que todos los domingos recorro el mercado de Jesús María en busca de las mejores ofertas.

Tercera conclusión: las canastas básicas no solo dependen del valor, sino de la época. Si me propinara algunos placeres con la generosidad brutal del pasado, probablemente me quedaría sin canasta, y sin esposa.

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