miércoles, 26 de mayo de 2010

Hipótesis sobre la corrupción I y II

Hipótesis sobre la corrupción

La República
Dom, 25/04/2010
Por Martín Tanaka

Los recientes “destapes” de (probables) casos de corrupción esbozan un panorama confuso para quien quiere entenderlo analizando la evidencia disponible, y no dejándose llevar por sus convicciones o prejuicios. Una de las fuentes de confusión es que las hipótesis existentes están atravesadas por disputas y celos entre periodistas y empresas periodísticas. Otro problema es que prima la especulación, y parece no haber mejor remedio cuando las evidencias se desaparecen o falsean, o cuando las pistas terminan en versiones contrapuestas, la palabra de uno frente a la del otro, resolviéndose según la credibilidad personal de cada quien.

Quizá ayude a la comprensión de todo esto ubicarnos en marcos más amplios de análisis. ¿Qué es lo que tenemos? Para empezar, empresas que compiten no mediante mecanismos de mercado, sino usando información consecuencia de actividades de espionaje.

Este da cuenta además de actos ilícitos o sospechosos entre empresas, lobbistas, políticos y funcionarios, que llegan hasta personajes de muy alto nivel. Toda la información registrada permite que se haya establecido firmemente en el país el mecanismo de dirimir intereses o diferencias políticas recurriendo a una denuncia periodística que los medios siguen con entusiasmo (basta que sea escandalosa, no necesariamente que sea cierta). Esto es parte de la herencia del fujimontesinismo.

Considerar los antecedentes es clave: hemos tenido una liberalización económica sin tener mercados verdaderamente competitivos, con actores privados todavía acostumbrados a funcionar al amparo de favores del Estado, con instituciones débiles, sin partidos democráticos, sin una oposición con suficiente capacidad de presión y fiscalización. En este marco llegó al poder un partido debilitado, pero con una amplia red de operadores en busca de oportunidades de negocio de todo tipo, con buenas relaciones con el poder, aunque no necesariamente articulados con este.

Frente a esta realidad, el gobierno ha sido muy displicente. La lógica ha sido más bien retroceder ante cada escándalo puntual que aparece; cancelar compras y operaciones, renuncias de funcionarios, evitar que las cosas lleguen a mayores. Esta lógica sugiere que los operadores de la corrupción, si bien están cerca, no serían parte del núcleo gubernamental, a diferencia de lo que ocurría con el fujimorismo, caracterizado por un manejo centralizado de los grandes negocios. Y a diferencia de los casos del corrupción durante el toledismo, habría una red mucho más grande y articulada, consecuencia del distinto grado de consolidación de los operadores de cada partido. Finalmente, la diferencia de la corrupción actual con la del primer gobierno de García estaría en el cambio en los roles del Estado: antes los negocios estaban en el manejo de regulaciones y empresas estatales, ahora en oportunidades de inversión en un contexto de crecimiento de la inversión pública.

Hipótesis sobre la corrupción (2)

Dom, 09/05/2010
Por Martín Tanaka

Continúo con reflexiones iniciadas hace dos semanas. Empiezo con un comentario sobre las últimas “revelaciones”, que siento que no cambian el panorama en lo sustancial: sigue sorprendiéndome cómo nos dejamos imponer la agenda de mafias privadas que sueltan videos y audios según su conveniencia, cómo los medios explotan entusiastamente las “primicias” que les llegan, al margen de su contenido y consistencia, cómo las primeras impresiones refuerzan puntos de vista establecidos a priori (si perjudica a quien no me simpatiza, es cierta; si perjudica a quien me simpatiza, es una farsa, producto de un complot político), dejándose de lado la tarea más complicada de verificar todo lo que se dice. La política se judicializa cada vez más, pero como no confiamos en las instituciones, las cosas se deciden en el tribunal de los medios. Y como los actores políticos buscan legitimarse en medio de los escándalos, siguen a las mareas de la opinión pública, y esa es la verdadera razón por la cual estos escándalos pueden crear graves crisis políticas.

Pero esta semana quiero analizar cuál sería la solución a todo esto. En las últimas semanas han aparecido contribuciones que vale la pena reseñar, que claramente siguen líneas ideológicas. De un lado, Alfredo Bullard ubica el origen de la corrupción en derechos de propiedad mal definidos, y propone la reducción del Estado y la privatización como receta. No muy lejos, Jaime de Althaus asocia la corrupción con el patrimonialismo y el clientelismo, y el antídoto es el mercado, la libre competencia.

En el otro extremo, para Humberto Campodónico, Alberto Adrianzén y Nicolás Lynch la corrupción sería consecuencia de la complicidad entre grandes intereses privados y el Estado promovida por el modelo económico neoliberal. Lynch y Carlos Iván Degregori suman a éste el efecto que ha tenido sobre las conductas; habría un sentido común individualista, un desapego de lo público que hace a la gente más proclive a ignorar las normas. La receta implicaría un cambio de modelo económico, el fortalecimiento del Estado, la promoción valores solidarios.

¿Son excluyentes estas interpretaciones y recetas? Lo son desde el punto de vista ideológico, pero tal vez no en términos prácticos. Para empezar, la preocupación por la “captura del Estado” y el “capitalismo de amigotes” es compartida por liberales y socialistas; segundo, es posible pensar, simultáneamente, en limitar las oportunidades de corrupción, restringiendo la intervención estatal, y en fortalecer los organismos de control y sanción, así como mecanismos de rendición de cuentas, transparencia y participación. Varios actores políticos han propuesto la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, la elevación de penas y eliminación de beneficios penitenciarios, lo que merece discutirse. En torno a estos parámetros podría crearse un amplio consenso ciudadano. ¿Qué dicen los candidatos respecto a esto?

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