jueves, 5 de noviembre de 2009

El Otro Sendero, 23 Años Después

La República
Dom, 01/11/2009
Por Martín Tanaka

Editorial Norma acaba de publicar una nueva edición de El otro sendero. Una respuesta económica a la violencia (Soto, Ghibellini y Ghersi, 1986). La importancia del libro, el debate que suscita, su trascendencia internacional, ameritan la reedición y su relectura.

Es un libro con un pie en lo académico y otro en el manifiesto político. En cuanto a lo primero, tuvo el gran mérito de introducir un planteamiento institucionalista en nuestro medio, una línea teórica muy fructífera. Desde ésta, las instituciones no son un derivado de la economía, las clases sociales o la cultura; tienen consistencia propia, son capaces de incidir sobre éstas, al punto de ser determinantes en la explicación de nuestro subdesarrollo. Las críticas más certeras, a mi juicio, han llamado la atención sobre sus sesgos metodológicos y lo unilateral de su diagnóstico: explicar nuestros males por los costos del acceso a la legalidad.

Precisamente, el institucionalismo es una corriente con fuertes influencias sociológicas, históricas, que no aparecen en el libro.

Sin embargo, el demérito se convierte en virtud en el terreno político: el libro presenta un diagnóstico claro, sencillo, del cual se derivan directamente cursos de acción, políticamente muy eficaces. Es interesante comparar El otro sendero con otros publicados alrededor: Desborde popular (Matos, 1984), Conquistadores de un nuevo mundo (Degregori, Lynch y Blondet, 1986), o Imágenes de la sociedad peruana: la otra modernidad (Franco, 1991).

Todos cuentan la historia de sectores populares emergentes de una enorme vitalidad, que cambian la estructura de nuestras sociedades, pero que se ven enfrentadas a una institucionalidad estatal que los limita, por lo que debería ser transformada. La diferencia está en que los otros piensan que el problema del Estado esta en su asociación con el capitalismo, y apuestan por actores populares colectivos en una dirección socialista. Por el contrario, en El otro sendero la salida es promover una iniciativa individual “auténticamente capitalista”, contraria a las prácticas de un capitalismo indebidamente asociado con el Estado.

Pasados los años, parece claro que la apuesta colectivista perdió frente a la individualista, al menos en las grandes ciudades. Las historias del libro en cuanto a la construcción de viviendas y el comercio informal suenan vigentes, pero el diagnóstico del tránsito ha envejecido: hoy pensamos que lo que se requiere es un buen sistema de transporte público, no desregular. Finalmente, el mensaje de Hernando de Soto (simplificar, desregular, descentralizar) suena prometedor para quienes están más articulados al mercado y cuentan con ciertas capacidades; no así para los más pobres, para el mundo rural (en donde, dicho sea de paso, se produjo la derrota del senderismo, el otro sendero). El desafío: que la receta del libro no reproduzca la suerte de dualismo que se registra ahora en el país.

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