miércoles, 7 de septiembre de 2011

Cruzada redistributiva


Fuente La República

Por Germán Alarco Tosoni
Investigador CENTRUM Católica

Ya se inició la campaña contra el aumento al salario mínimo vital a 750 soles. Se dice que este ajuste sería negativo para el nivel de empleo, que muchas empresas no podrían pagarlo, que afectaría seriamente a las micro y pequeñas empresas y que generaría presiones inflacionarias. El ajuste del salario mínimo es una herramienta de política pública, que con muchas otras podría ser útil para iniciar una cruzada para mejorar la distribución del ingreso en el país.
En la determinación de los salarios hay diferentes enfoques en juego. Destacan como opuestos el neoclásico y el keynesiano. Según el primero, la contratación de mano de obra depende del nivel del salario real y el stock de capital, donde remuneraciones bajas son positivas para la demanda de trabajo en las empresas, mientras que las altas son negativas. En el keynesiano, el nivel de contratación depende ante todo de los niveles de producción. El empleo es un resultado del nivel de actividad económica.
Es cierto que remuneraciones reales más elevadas pueden desalentar marginalmente alguna contratación, cuando esta corresponde a una decisión de las unidades familiares; sin embargo, el empleo en cualquier empresa dependerá de los niveles de producción, de las tecnologías en el equipo y de proceso establecidas. Nadie contrata a un trabajador adicional o uno menos del que corresponda técnica y económicamente hablando. Una mayor participación de las remuneraciones en el PBI es positiva, para los postkeynesianos, sobre la demanda, el nivel de actividad económica e inversión. En la teoría de salarios de eficiencia, menores remuneraciones generan más rotación del personal, menor calidad en los bienes y servicios producidos, mayores gastos de capacitación y entrenamiento. 
Existe una falsa visión de que los incrementos en las remuneraciones deben plasmarse necesariamente en los precios. En la teoría neoclásica, las remuneraciones reales deben crecer de acuerdo a la productividad. En los últimos diez años el producto medio por trabajador creció 50%, mientras que las remuneraciones reales lo hicieron en promedio menos del 10%. Hay espacio para subir las remuneraciones, ya que la participación de la mano de obra por unidad de producto en lugar de aumentar se ha reducido. No en vano las remuneraciones sobre el PBI han disminuido su contribución del 40% a solo 22% entre los años sesenta y 2009.  
La modificación del salario mínimo vital sí impacta sobre los ingresos efectivos de la población. En el último informe del INEI sobre la situación laboral de marzo-mayo del 2011 se observa que, ante el incremento del salario mínimo de 550 a 600 soles, los ingresos promedio en Lima se elevaron en 9%. Es complejo realizar cálculos del impacto probable, ya que la información estadística es deficiente y las respuestas varían en el tiempo. El aumento del salario mínimo vital reduce las brechas intersalariales. Su impacto en la distribución funcional no sería despreciable. Es obvio que se circunscribiría principalmente a parte del ámbito urbano y el sector rural moderno.
A nuestro entender existe la suficiente capacidad instalada ociosa para atender la mayor demanda y tenemos las divisas suficientes. El impacto sobre las finanzas públicas sería menor. Para que este ajuste sea efectivo se requiere que los precios al consumidor no se eleven. Deberían ser contrapartida de menores márgenes de ganancia y de comercialización. Para lograr esto se requiere de un BCRP activo. Indecopi debe evitar prácticas no competitivas. Los ministerios sectoriales deben anticiparse a identificar y prevenir las mayores presiones sobre la oferta actual de bienes y servicios. Por último, es imprescindible potenciar rápidamente todos los programas de apoyo a las micro y pequeñas empresas para aumentar su nivel de capitalización y de productividad.

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