domingo, 31 de enero de 2010

Mejoran las economías latinoamericanas, salvo dos

TRAS LA CRISIS FINANCIERA, EL MUNDO MIRA AL SUR

El Comercio
Por: Jorge G Castañeda Ex canciller Mexicano

Domingo 31 de Enero del 2010

Mientras buena parte de América Latina parece estar emergiendo exitosa, aunque lentamente, de la crisis financiera y económica de 2008-2009, destaca un par de grandes excepciones.

La región verá un crecimiento de entre 3 y 4% este año, y sus mayores economías, México y Brasil, recuperarán parte (México) o casi todo (Brasil) el terreno que perdieron el año pasado.

Pero Argentina y Venezuela parecen estar arruinando sus oportunidades de regresar al crecimiento y estabilidad, en ambos casos por razones políticas similares.

La situación argentina quizá sea la menos inquietante, en parte porque el país ha acostumbrado a los mercados mundiales, los inversores extranjeros y sus propios habitantes a una economía llevada a extremos peligrosos de un tipo que rara vez se ve en otras partes, incluso en América Latina.

Después de haber suspendido los pagos de su deuda en 2002, experimentando una hemorragia financiera masiva posteriormente en esa misma década, redescubrió la ruta hacia tiempos mejores gracias a un auge mundial de las materias primas o “commodities” (particularmente soya), una macrodevaluación de su moneda y una rebaja marcada en los pagos a sus acreedores.

Pero hizo todo esto al precio de manipular el índice inflacionario, imponer impuestos sobre las exportaciones de las empresas agrícolas e interferir con la autonomía del Banco Central. A últimas fechas ha estado haciendo algo más que interferir.

La presidenta argentina Cristina Fernández y su esposo, el ex presidente y ahora aspirante a futuro presidente Néstor Kirchner, son sumamente ambiciosos, pero enormemente impopulares hoy en día. Esperan perpetuar su sociedad de relevos en la presidencia, y para lograr esto tienen que gastar mucho dinero internamente.

Para hacer lo anterior —sin elevar excesivamente los impuestos— necesitan acceso renovado al crédito exterior y, para obtenerlo, deben resolver sus problemas con acreedores a quienes no han pagado, los que no cedieron, y estar en condiciones de cumplir cómodamente sus obligaciones extranjeras este año.

La única forma de cuadrar estos círculos era saquear las considerables reservas de divisas duras del Banco Central y obtener US$6.500 millones. Pero el gobernador rehusó, Fernández lo despidió, un juez suspendió su despido y el caos hizo erupción. Casi seguramente, “los K”, como son llamados los Kirchner en Buenos Aires, ganarán esta batalla, pero a un precio muy alto. Estarán poniendo el peligro una recuperación que estaba en proceso pero no garantizaba su supervivencia indefinida en el poder. Así pues, recurrieron a un manejo estrictamente político de las finanzas de la nación. Esto podría funcionar, pero ciertamente resultará costoso a la larga.

Por su parte, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sin duda ha descubierto lo costoso que puede ser, y no precisamente a la larga. Ha mantenido un tipo de cambio sobrevaluado durante años, en parte para mantener modestamente feliz a sus clases medias alienadas —gracias a importaciones baratas de todos colores y tipos— y ha podido financiar la subsecuente profunda brecha comercial mediante sus enormes ingresos petroleros. Pero finalmente se le ha acabado el margen de maniobra.

El diferencial entre el tipo de cambio oficial, previamente de 2,15 bolívares por dólar, y el tipo de cambio del mercado negro, que en ocasiones alcanzó los 7 bolívares, así como la fuga de reservas, llegó a ser inmanejable. El 8 de enero finalmente se vio obligado a devaluar la moneda —algo que había prometido repetidamente que nunca pudiera hacer— lo que provocó un torrente de protestas, preocupaciones y conflictos a lo largo y ancho de Venezuela.

Hizo esto, además, en una forma tradicionalmente populista y política. Chávez creó un sistema de tipo de cambio de dos niveles, con una tasa para las importaciones “esenciales” (2,60 bolívares por dólar) y otra para todo lo demás (los llama “bienes de lujo”) de 4,30 bolívares por dólar. Este mecanismo, que ha sido intentado antes en casi todos los países de América Latina en uno u otro momento, siempre fracasa.

Las filtraciones de un tipo de cambio a otro, el brote de transacciones en el mercado negro, la reetiquetación de bienes de una lista a otra y la inevitable corrupción que genera en la burocracia encargada de administrar el sistema consistentemente han llevado al desastre.

Lo que es aún peor es que cualquier devaluación en América Latina, y particularmente en un país que importa prácticamente todo lo que consume y está acostumbrado a consumir mucho —se rumora que Venezuela encabeza al mundo en importaciones per cápita de whisky escocés—, genera una espiral inflacionaria fuera de control.

Esto ocurrió de la noche a la mañana en Caracas, cuando la gente entró en pánico y recurrió a compras masivas de bienes electrónicos, temerosa de que se elevaran de precio (como casi seguramente sucederá). Chávez trató de impedir el alza de precios con discursos y después envió a los militares a las tiendas para tratar de hacer que los precios recuperaran sus niveles del tipo de cambio anterior. Sobra decir que esta estrategia está condenada al fracaso. Si el Ejército realmente emprende la tarea de controlar los precios, todo lo que hará será expulsar los bienes de las tiendas hacia la calle y el mercado negro.

Chávez probablemente sobrevivirá a esta devaluación, que junto con los cortes de electricidad y la caída de su popularidad representan la peor crisis que ha enfrentado desde la huelga de 2003 en la empresa nacional petrolera. Pero, como los Kirchner en Argentina, pagará un precio por sobrevivir, y por haber politizado la política económica a tal grado que se necesitará mucho tiempo y dinero para reconstruir lo que ha destruido.

Hay dos formas de manejar una crisis económica: la forma correcta y la forma Chávez/Kirchner, esta última un contraste marcado con la de otros países de América Latina hoy en día.

2010 Jorge G. Castañeda
Distribuido por The New York Times Syndicate
Exclusivo para El Comercio en el Perú

jueves, 28 de enero de 2010

Iniciando un debate con Waldo Mendoza

La República
24 de enero de 2010

Por Pedro Francke
Profesor de la PUCP

Un reciente artículo de Waldo Mendoza, titulado “En defensa del neoliberalismo” (El Comercio, 19.01.2010) provoca iniciar un debate. Ha puesto la pelota en la cancha de los críticos y corresponde responder.

Primero veamos aquello en lo que estamos de acuerdo con Waldo: tienen que hacerse cambios para “enfrentar mejor los shocks externos” y, para que “dejemos de ser uno de los países más desiguales en América Latina” se requiere “elevar sustantivamente la presión tributaria para sostener un gasto público mayor en capital humano e infraestructura”.

Despejando la cancha

Segundo, dejemos de lado los falsos debates. Criticar al modelo neoliberal no equivale a defender una “intervención estatal que entorpece el funcionamiento de la economía” (estoy seguro de que Waldo Mendoza considerará también la defensa del medio ambiente o la salud pública como objetivos válidos de la acción pública). Claro que no son raros los estados que toman malas medidas. El tipo de cambio múltiple en Venezuela, puede ser un buen ejemplo de eso: por nuestra experiencia con el dólar MUC sabemos a dónde eso nos lleva.

Lo mismo podemos decir acerca de eliminar el derecho de propiedad menospreciando la seguridad de los inversionistas, o de aplicar políticas fiscales insostenibles gastando ingresos extraordinarios a tontas y a locas (como en el Perú hoy se exige que hagan los gobiernos regionales con su canon). El mercado debe funcionar y la estabilidad macroeconómica debe ser cuidada.

Pero iniciar un debate tomando como base las intervenciones estatales tontas, sería como basar la crítica al neoliberalismo en propuestas extremas como las de eliminar el Banco Central (propuesto por Carlos Boloña en su momento, pero que ningún economista serio siquiera consideraría). Dejemos esos recursos polémicos a un lado.

Cambios necesarios

Detengámonos mejor en los cambios que nuestra economía requiere. Si bien hay un acuerdo general en elevar la recaudación (aunque hasta ahora hay muy poco avance real), un tema fundamental es cómo. En un reciente debate que tuve con PPK, este buen representante del neoliberalismo planteaba, para mejorar la recaudación, reducir la CTS y las gratificaciones de 16% del salario a 2%, para que así las empresas se formalicen y tributen más.

Por el contrario, lo principal para mejorar la recaudación es cobrarles impuestos a las empresas mineras, petroleras y financieras que han tenido enormes ganancias los últimos años, y establecer impuestos a las grandes fortunas y a la herencia. Redistribuir el ingreso requiere una tributación que se concentre en los más ricos. Por su parte, promover la formalización no pasa por reducir derechos laborales y los ingresos de los trabajadores, sino por facilitar los trámites y el crédito a los pequeños empresarios, y ser más estricto en la fiscalización hacia las grandes empresas.

Pero la redistribución no solo pasa por impuestos y gastos públicos. También se necesita garantizar derechos laborales que permitan una mejora de los salarios reales, que están estancados hace años y cuya participación en el PBI ha caído de 30% a apenas 21%. Hablamos de que los trabajadores puedan hacer su sindicato y negociar su pliego de reclamos sin temor a ser despedidos, lo que no sucede en el Perú aún siendo un derecho básico reconocido internacionalmente. Luchar contra la pobreza exige también promover aquellas actividades que dan más empleo a la gente, de donde la mayoría de peruanos vive: agricultura y pequeñas empresas.

Punto clave: políticas sectoriales

Otro punto clave en esta discusión sobre el neoliberalismo es: ¿hacen falta o no políticas que promuevan el turismo, que faciliten el avance tecnológico, que apoyen el surgimiento de nuevas industrias, que descentralicen la economía? ¿Basta con el funcionamiento “libre” de los mercados, o es necesario además una intervención consciente del estado para dirigir la economía, promoviendo las actividades que pueden tener mejores efectos sociales, ser sostenibles ambientalmente y promover una mayor dinamización productiva en el largo plazo?

Por cierto, cuando hablamos de intervención estatal, no debemos pensar que esta deba ser exclusiva o principalmente mediante empresas públicas; un rol primordial deben jugar regulaciones de mercado que generan incentivos a la inversión y la empresa privada, como impuestos, créditos, subsidios, normas de defensa del consumidor y estandarizaciones.

El neoliberalismo ha considerado estas políticas como distorsionadoras del mercado y generadoras de ineficiencia, aunque Comex y el IPE, los grandes defensores de la apertura comercial, nada han dicho cuando se protege al biodiesel del grupo Romero de la competencia internacional.

Finalmente, una buena discusión requiere también precisar qué no debe cambiar, y más bien hay que defender y mejorar. Anoto 4 centrales: 1) Una política macroeconómica anticíclica (fiscal y monetaria), que la hemos tenido por primera vez en 2009; tardíamente, pero más vale tarde que nunca; 2) El apoyo a nuestras exportaciones no tradicionales, incluyendo el turismo, que han crecido fuerte en los últimos años y eso está muy bien; 3) El avance de la construcción y la industria orientada al mercado interno; 4) Las inversiones públicas en infraestructura.

Pelota devuelta. Waldo, está en tu cancha.

Referencia:
"En defensa del neoliberalismo"- El Comercio-19 de enero de 2010

miércoles, 27 de enero de 2010

El dólar nuestro de cada día



¿POR QUÉ SEGUIMOS PREFIRIENDO ESTA MONEDA?


Se produjeron tres cambios de monedas en los últimos 30 años para estabilizar la economía y el sistema financiero. Solo la última vez, el dólar ha retrocedido frente a la moneda nacional.

Por: Luis E Davelouis Lengua
El Comercio
Miércoles 27 de Enero del 2010

Encontré a mi madre con la mirada extraviada en un pedazo de papel con un montón de números en él. Era 1985. Ese año, la selección peruana de fútbol perdió la clasificación al Mundial de México 86 cuando Argentina nos empató a empellones desleales y mi madre perdió la mitad de los ahorros de toda su vida cuando el entonces presidente, Alan García, decidió congelar los depósitos en moneda extranjera y cambiarlos a soles.

“Si uno tenía US$1.000 depositados en cualquier institución privada o estatal del sistema financiero, el Estado —quebrado y con urgencia de dólares como estaba— le devolvía a uno intis sobrevaluados, pero que al tipo de cambio libre equivalían a US$300 [...] Eso fue un hurto”, recuerda el ex ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski.

La señora Lengua era una profesional dependiente que había podido ahorrar algo más de US$11.000 en casi 15 años. Le devolvieron 58 millones de intis, que al tipo de cambio libre de agosto de 1985 equivalían a US$4.200. El Estado se quedó con lo demás. Para la primera mitad de 1987, la brecha entre el dólar libre y el oficial llegó a 100%.

Cientos de miles de ahorristas dejaron de confiar sus depósitos en el sistema financiero desde entonces y la tasa de expansión de la bancarización (la proporción de personas en edad laboral usuaria del sistema financiero) se detuvo casi por completo y se mantuvo en niveles inferiores al 25% hasta hoy.

¿Pero por qué quería todo el mundo dólares? Por la falta de confianza en la moneda local y la explosión sin precedentes de la inflación: hacia finales de 1988, los precios de medicinas y combustibles llegaron a subir 600% y 400%, respectivamente.

En 1989, la inflación anual fue de 2.000%. Imagine que un galón de gasolina pase de costar S/.11 el 1 de enero a S/.220 a fin de año. Y recuerde que ahora le parece un escándalo que suba S/.1,5 en tres meses.

Semejante pérdida de valor de la moneda nacional forzó al Estado a cambiar su denominación en dos oportunidades (a intis y luego a intis millón). Mucho más importante, obligó a las personas y a las empresas a refugiarse en el dólar como reserva de valor, para tratar de preservar su capacidad de compra frente a precios que podían subir a tasas de 100% de un día para otro. Un nuevo sol de hoy (que reemplazó al inti con el shock fujimorista de 1991) equivale a un millón de intis y a mil millones de soles de oro.

EL DÓLAR... ¿ES MEJOR?

Los ex presidentes del Banco Central de Reserva (BCR) Richard Webb y Javier Silva Ruete dicen que —por lo descrito— hay un componente psicológico permanente en la formación del tipo de cambio y que este no solo obedece al criterio de amas de casa o viejitos, si no también a empresas.

En efecto, como señala Macroconsult, de los últimos 11 años solo en dos (1999 y 2009) fue más rentable tener dólares que soles. En todos los demás, el poseedor de los dólares pagaba una prima de S/.0,05 por cada dólar… al mes. Carísimo.

Sin embargo, desdolarizar, como busca el BCR, puede tomar algo de tiempo porque hay que vencer temores casi atávicos y de superstición, señala Webb.

lunes, 25 de enero de 2010

En defensa del neoliberalismo

El Comercio
Por: Waldo Mendoza Economista *

Martes 19 de Enero del 2010

Cuando ocurre una crisis económica, un eterno candidato a culpable es el modelo de desarrollo, cualquiera que sea este.

Como la tasa de crecimiento del PBI ha caído de 10% en el 2008 a 1% en el 2009, hay muchas voces que piden cambiar el actual modelo “neoliberal”.

Sin embargo, si la alternativa en América Latina es un modelo como el de Argentina, Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde la intervención estatal entorpece el funcionamiento de la economía, es mejor quedarse como estamos.

Argentina y Venezuela, en plena desinflación mundial, tienen tasas de inflación que son de las más altas en el mundo.

En Argentina, el gobierno ha sido expulsado de los mercados internacionales de crédito y no tiene fondos para pagar su abultada deuda pública.

En Ecuador, justo cuando la economía mundial empieza a recuperarse, la recesión está en su clímax: 17% de caída del PBI en noviembre último.

En Venezuela, la reciente devaluación amplificará la estanflación que se inició en el segundo trimestre del 2009.

Y el crecimiento económico de Bolivia, el más alto de América Latina en el 2009, está apoyado en el impulso fiscal financiado con los ingresos provenientes de las nacionalizaciones, los cuales son, en su mayoría, transitorios.

Todos estos países, en especial Bolivia y Venezuela, han espantado a la inversión privada, la fuente más importante del crecimiento económico sostenido.

El Perú está felizmente en el otro grupo, junto con Brasil, Chile, Colombia y México.

En estos países, hace muchos años que la inflación ha dejado de ser un problema.

El crecimiento del PBI, con la excepción del de México, ya se restableció, luego de la recesión ocasionada por la crisis internacional.

Por ser modelos amigables para la inversión privada, esta variable crecerá en los próximos años infinitamente más que en el otro grupo de países.

En perspectiva, entonces, estos países crecerán a una velocidad mucho mayor que los otros.

Hay, sin embargo, dos correctivos que deben hacerse para que el crecimiento sea sostenido y socialmente aceptable.

En primer lugar, tenemos que enfrentar mejor los choques externos. El Perú, durante el 2008-2009, fue un ejemplo clamoroso de lentitud de respuesta frente a una grave crisis internacional. El costo ha sido que la economía se paralizó en el 2009.

En segundo lugar, el actual modelo de desarrollo tiene el gran lastre de que no ha logrado que dejemos de ser uno de los países más desiguales en América Latina.

Hay una enorme tarea en este campo para la política fiscal, que tendrá que elevar sustantivamente la presión tributaria para poder sostener un gasto público mayor en capital humano e infraestructura. En ese campo, hemos retrocedido con el actual gobierno.

*JEFE DEL DEPARTAMENTO DE ECONOMÍA DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

sábado, 23 de enero de 2010

Madoff o la telaraña de Dios

Opinión

Tomás Eloy Martínez

Para LA NACION 
Sábado 28 de marzo de 2009

En Nueva York, el rabino David Gaffner dice: "El Talmud establece una distinción clara entre un ladrón y un asaltante. El asaltante se presenta con un arma y atraca. En cambio, el ladrón se introduce furtivamente en la casa de un semejante para robarle. Según la mentalidad judía, el ladrón es más despreciable, porque con su sigilo pretende engañar a Dios".

La estafa de Bernard Madoff, que hasta el momento trepa a 64.800 millones de dólares y es la mayor que haya perpetrado una sola persona, resulta tan escurridiza que el desafío metafísico es una explicación como cualquier otra. Muchos prefieren la alternativa más morbosa de la patología: el título que The New York Times eligió para su perfil del personaje evocaba el primer libro de la serie de Ripley, de Patricia Highsmith, El talentoso señor Madoff.

En todos los medios abundan expertos que advierten los rasgos propios de los psicópatas en la sonrisa neutra con que el detenido elude las cámaras y también en la monótona insensibilidad con que agradeció ante el juez la oportunidad de enfrentar sus crímenes: la habilidad para manipular y engañar sin sentir remordimiento, un narcisismo que los hace creer con derecho a todo.

Por último, la básica opción de la avaricia también ha ganado un lugar en la opinión pública: el hombre que de sus modestos orígenes en el barrio de Queens, donde pagaba 87 dólares de alquiler por su primer departamento de dos ambientes con su esposa Ruth, terminó por ser dueño de un penthouse en el privilegiado Upper East Side de Manhattan, de un yate que navegaba de un lado a otro en la Riviera francesa, de parte de dos jets privados y una mansión en Palm Beach, Miami, en cuyo Country Club (350.000 dólares de cuota de ingreso) reclutó a una buena porción de sus víctimas.

Por un camino o por otro, se llega a la idea predominante de que Madoff se sentía Dios. El terror que sus manías obsesivas causaban a sus empleados es materia de leyenda, como su ascenso desde una juventud de estudiante de Derecho e instalador de sistemas de riego para jardines a la plateada madurez de asesor financiero codiciado entre los ricos. Se jactaba de no buscar clientes, sino de rechazarlos, imponiéndoles un monto mínimo de inversión y negándose a explicar cómo hacía para que, aun en un mercado volátil, sus rendimientos se ubicaran entre el 8 y el 12 por ciento anual. Madoff creía que, como un dios, controlaba los destinos de sus cinco mil clientes.

Y eso era lo que hacía. Les creó un espejismo de riqueza babilónica y una mañana los despertó en el infierno. Su caída ha causado hasta el momento dos suicidios sobresalientes: el del aristócrata René Thierry Magon de la Villehuchet, que había invertido con él 1500 millones propios y de sus amigos, y el del plebeyo jubilado William Foxton, que dejó al cuidado de Madoff los ahorros de sus magros salarios, con cuyos intereses mensuales contaba para vivir. Muchas organizaciones filantrópicas han debido cerrar sus puertas y hasta la Fundación para la Humanidad de Elie Wiesel, cuyos 15 millones administraba Bernard Madoff Investment Securities, se salvó por una ola de solidaridad que repuso el vacío. "No creo que otro enemigo haya producido tanto daño en la colectividad judía de los Estados Unidos como este canalla entre canallas", dijo Wiesel, en alusión a que buena parte de la clientela de Madoff estaba relacionada con las fundaciones benéficas judías -gente como Carl Shapiro o Steven Spielberg-, y con los ricos de la colectividad de Nueva York y Miami.

Al gran historiador Simon Schama le incomoda que se identifique a Madoff como judío, cuando nadie caracteriza como católico a Carlo Ponzi, el estafador italiano de comienzos del siglo XX, cuya famosa pirámide para multiplicar dinero vacío fue el artificio que inspiró a Madoff. Todas sus víctimas pertenecían a la colonia italiana más devota de Boston. Les infundió una confianza ciega en 1920 y pocos meses después las dejó en la miseria.

El ardid de Ponzi era tan simple como el propio Ponzi, un inmigrante que lavaba platos en Canadá, donde cayó preso por falsificar la firma en un cheque, y luego le escribió a su mamma que se quedaría algún tiempo en Quebec porque había conseguido empleo como asistente del director de una cárcel. En su delirante imaginación, Ponzi creyó que podía dar el gran salto de pobre a millonario gracias a una idea que lo reveló como un genio ante sí mismo: acumular sellos postales internacionales que costaban nada en las monedas europeas devaluadas tras la Gran Guerra y venderlos luego en la próspera América. Sus fotografías en la prensa reflejaban una convincente respetabilidad: traje con chaleco, sombrero de fieltro y bastón de puño dorado. Cuando el volumen de dólares que le confiaron superó abrumadoramente el valor de los sellos postales circulantes, se supo que Ponzi había comenzado a pagarles a los viejos inversores con el dinero de los nuevos. El esquema de la pirámide acababa de nacer.

A diferencia de Ponzi, quien creyó hasta la muerte que su idea era la madre de un negocio casi perfecto, que había fracasado sólo por la falla de un engranaje menor, Madoff supo siempre que su fondo de inversión era un colosal engaño, pero estaba convencido de que, cuanto más redoblara la apuesta, más seguros se iban a sentir los inversores. Estaba creando, como alguna vez les dijo a sus contertulios de Miami, "una telaraña mejor que la de Dios".

Cuando Ronald Reagan llegó a la presidencia, en 1981, Madoff llevaba veinte años construyéndose una reputación en Wall Street y adulando en Washington a las autoridades reguladoras del mundo financiero. Echó entonces por la borda una carrera que los banqueros respetaban y comenzó su plan de defraudación. Dejó de comprar y vender valores para ganar la diferencia y, bajo la inspiración de Ponzi, cumplió sus promesas de alto interés anual pagando a los viejos inversores con fondos de inversores frescos. Su estatura se agigantó en una década y la bolsa electrónica, Nasdaq, lo recibió con orgullo como director. Hasta entonces, Madoff era el único que se dormía sabiendo que en cualquier momento la pirámide iba a derrumbarse. Sólo ignoraba si estaría vivo cuando sucediera. Eso cambió en algún momento del año 2000.

El autor del inminente primer libro sobre Madoff, Harry Markopolos, trabajaba entonces como broker y sus jefes le recomendaron imitar al genio que se llevaba los mejores clientes. Markopolos estudió la contabilidad pública de aquel triunfador y descubrió dos cosas: que en el índice internacional de Standard & Poor´s no estaba disponible la cantidad de valores que Madoff decía comerciar (así como no había tantos sellos postales en los años de Ponzi) y que incluso dando por buena esa fantasía jamás se podía llegar al porcentaje de rendimiento que declaraba Madoff.

Desde ese momento Markopolos vivió para denunciar el fraude. En 2001 colaboró con el periodista económico Michael Ocrant (ahora coautor de su libro) en un informe para una publicación destinada a inversores, que no interesó a lector alguno. Cuatro años más tarde envió una denuncia de diecinueve páginas, con modelos matemáticos que probaban la estafa, a la Securities and Exchange Commission (SEC), la agencia que regula el mercado de valores.

Madoff había cultivado tan buenas relaciones con sus funcionarios que hasta su sobrina Shana, pieza fundamental de la trama, terminó casándose con uno. La denuncia de Markopolos fue arrojada a la basura al año siguiente, cuando una investigación recomendó que Bernard Madoff Investment Securities hiciera algunos cambios cosméticos.

Si no fuera porque otros efectos de la falta de regulación alumbraron la gran crisis financiera, quizá Markopolos habría seguido luchando en vano contra el viento mientras Madoff ordenaba nuevos trajes a Kilgour, la exclusiva sastrería de Savile Row, en Londres, y dejaba doscientos dólares en la barbería Everglades de Palm Beach por un corte de pelo, una afeitada y el arreglo de las uñas de pies y manos. Pero hizo el pánico que algunos clientes quisieran retirar 7000 millones de dólares y la pirámide se vino abajo en un suspiro. Presumiblemente para proteger a su familia -sus hijos, Mark y Andrew, que lo entregaron; su mujer, Ruth, ante todo; su hermano, Peter- Madoff se declaró culpable de once cargos que se pagan con 150 años de cárcel. Le costará acostumbrarse a no fumar un Davidoff cuando se le antoje. Aun después de que la justicia había congelado sus bienes, firmó cheques millonarios y distribuyó entre sus amigos los carísimos relojes que coleccionaba.

Tres meses después de que hayan empezado a revelarse los detalles de la estafa, la personalidad de Madoff sigue siendo insondable. ¿Cómo explicarlo sólo por una falta de escrúpulos sin límites, que ha destruido a su paso huérfanos, viudas, fondos de caridad, universidades, sueños de recién casados, vidas a medio camino? Lo que ha hecho Madoff podría compararse con un ciclón o con la explosión de mil volcanes, si él no lo hubiera encarado con humor.

En la fiesta de fin de año de su empresa, les deseó a sus empleados felicidad y prosperidad cuando ya sabía que iba a entregarse y que les había vaciado los ahorros. En esa carcajada trágica de Madoff sólo se puede leer lo que dice el rabino Gaffner: un desafío a Dios.

Creyéndose insuperable e intocable, tejió una telaraña con la que pudo arrinconar a la humanidad en el infierno y salir de allí sin quemarse.

viernes, 22 de enero de 2010

TRAS LOS RESCATES, EL ESTADO ES EL NUEVO PROTAGONISTA DEL CAPITALISMO


The Wall Street Journal, EE.UU.
28 de diciembre de 2009

En 2008 y 2009, Washington operó de emergencia a un paciente que llegó en un estado muy precario. En 2010, surgirá un cuadro más claro de cómo la intervención estatal transformó el rostro de la economía estadounidense. Una vez que la recesión ceda, va a quedar totalmente claro la expansión del Estado en la economía y si, a raíz de ello, emerge un nuevo capitalismo estadounidense. Lo que ya ha quedado de manifiesto es que el gobierno es una fuerza mucho mayor en la economía estadounidense que antes de la crisis financiera. "La frontera entre el Estado y el mercado ha cambiado", señala Daniel Yergin, cuyo libro Commanding Heights (publicado en español bajo el título Líderes y Pioneros de la Globalización) relata el ascenso del libre mercado en el mundo. "El reino del Estado se ha expandido", sostiene.

Para impedir que el derrumbe de los mercados inmobiliario y crediticio hundiera al resto de la economía, los gobiernos de los presidentes George W. Bush y Barack Obama junto con la Reserva Federal gastaron, prestaron e invirtieron más de US$2 billones (millones de millones) en una iniciativa después de otra.

Washington inyectó US$245.000 millones en casi 700 bancos y compañías de seguros, garantizó deuda bancaria por cerca de US$350.000 millones y concedió más de US$300.000 millones en préstamos de corto plazo a empresas de primera categoría. Además, rescató a dos de las tres principales automotrices del país y desembolsó miles de millones de dólares para estimular el mercado de bienes raíces comerciales y los préstamos a la pequeña empresa y de tarjetas de crédito. En dos paquetes de estímulo promulgados en febrero de 2008 y 2009 dedicó otros US$955.000 millones para reactivar la economía.

Los defensores y detractores de esta contundente intervención estatal compiten por que se imponga su interpretación de los acontecimientos de los últimos 16 meses.

Lawrence Summers, el principal asesor económico de la Casa Blanca, insiste en que fue una terapia esencial y de corto plazo, no una reinvención del capitalismo. "Nuestro gran objetivo era rescatar a una economía que estaba cerca del abismo, donde una depresión parecía una posibilidad real", señala. Según esos criterios, afirma, la intervención surtió efecto. "La clase de colapso financiero y económico que a finales del año pasado parecía muy posible, ahora parece remota", subraya. Los rescates "fueron diseñados para ser, y han sido, temporales", dice. "No hay ninguna intención de alterar el papel primordial del sector privado en nuestra economía", resalta.

Summers, en todo caso, no cree que el Estado vuelva ocupar el rol que tenía antes de la crisis. "La manera en que nuestro sistema financiero estaba operando era mucho más frágil de lo que muchos suponían. Estos eventos apuntan a cambios significativos en la forma en que regulamos la economía y las finanzas", advierte.

John Taylor, ex funcionario del Departamento del Tesoro durante la presidencia de George W. Bush y actual profesor de la Universidad de Stanford, piensa que el papel del gobierno será mucho más amplio de lo que insinúa Summers. "Aunque la emergencia puede haber pasado, todavía tenemos una mentalidad que generará intervenciones similares durante un buen tiempo", observa.

Una preocupación es que las empresas esperen ser rescatadas en la próxima crisis, lo que las animará a asumir riesgos imprudentes. "Si no regulamos adecuadamente el sistema bancario vamos a tener un crecimiento muy moderado debido al exceso de regulación u otra crisis financiera dentro de 10 o 15 años", afirma el economista de la Universidad de Harvard Kenneth Rogoff.

Si bien EE.UU. ha vuelto a crecer, el desempleo llega a 10%, un nivel muy alto, y la vitalidad de la economía una vez que el gobierno retire la adrenalina que provee el estímulo sigue siendo una incógnita.

La intervención, asimismo, ha venido acompañada de un gigantesco déficit fiscal que, en algún momento, podría hacer subir las tasas de interés y la inflación.

El Fondo Monetario Internacional estima que el déficit fiscal estadounidense llegará al 108% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2014, un alza importante frente al 62% del PIB de 2007, de no mediar medidas que son difíciles de digerir desde un punto de vista político, como alzas de impuestos o recortes de programas de beneficios.

Para muchas empresas, la presencia del gobierno se ha agigantado, afectando desde la contratación de ejecutivos hasta el futuro de concesionarios de automóviles.

Bank of America Corp. devolvió los fondos inyectados por el gobierno pero, de todos modos, buscó su asesoría sobre un paquete de remuneración antes de contratar a su nuevo presidente ejecutivo. El banco estudiaba incorporar a Robert Kelly, presidente ejecutivo de Bank of New York Mellon Corp., al que le ofrecería entre US$35 millones y US$40 millones y quería conocer la opinión de Washington. Kenneth Feinberg, el encargado del gobierno de las remuneraciones de los ejecutivos, respondió que, si de ellos dependiera, rechazarían el paquete de remuneración. Ante esta y otras señales, la junta directiva de Bank of America desistió de contratar a Kelly y optó por ascender a la presidencia ejecutiva a Brian Moynihan, que había estado trabajando para mejorar la reputación del banco en Washington.

Mientras tanto, algunas aseguradoras acusan al gobierno de distorsionar el mercado al mantener a flote a las empresas más débiles. Edmund "Ted" Kelly, presidente ejecutivo de Liberty Mutual Group, menciona el caso de Hartford Financial Group, uno de sus competidores, que obtuvo US$3.400 millones en fondos estatales luego de comprar una entidad de ahorro y transformarse en un holding bancario. Liberty Mutual, que no solicitó fondos estatales, no entiende por qué Hartford los obtuvo. "La quiebra de Hartford no le hubiera causado ningún daño a la economía", asegura Kelly. Hartford declinó referirse al tema.

La naturaleza del capitalismo post crisis en EE.UU. dependerá en buena medida de la forma en que el gobierno y el Congreso utilicen sus nuevas facultades. Al interior de Washington hay una profunda ambivalencia al respecto. ¿Debería ser un accionista agresivo o pasivo? Por el momento, el gobierno está dividido acerca de su papel como accionista y guardián del interés público.

* Publicado por The Wall Street Journal, EE.UU. Escrito por Bob Davis, Deborah Solomon y Jon Hilsenrath.

Otra vez a regular los bancos, como en 1932

La República

22 de enero de 2010
Por: Humberto Campodónico

El anuncio hecho ayer por el presidente Obama de promulgar una ley que impida que los bancos comerciales se comporten como bancos de inversión tuvo un efecto inmediato negativo en los mercados de valores y, también, en los de materias primas (commodities). El índice Dow Jones se cayó 2% y el cobre 1.79%.

El anuncio de Obama, que aún tiene que pasar por el Congreso, tiene como objetivo impulsar una mayor regulación de las actividades de las instituciones financieras y bancarias, señaladas como las causantes de la crisis financiera, que se volvió luego una crisis económica global.

La cuestión es así. Desde 1932 hasta 1999, la Ley Glass-Steagall estableció que los bancos comerciales solo podían actuar como intermediarios financieros, vale decir, recibir los depósitos del público y prestarlos a los demandantes de crédito. La ley se dio porque se constató que una de las causas de la Gran Depresión fue que los bancos comerciales comenzaron a intervenir en actividades especulativas. Cuando estallaron las burbujas, las pérdidas alcanzaron de lleno a los ahorristas.

Pero en 1999, los lobbys del capital financiero –en pleno auge– presionaron para su derogatoria, a lo que accedió Clinton. A partir de ese momento se vivieron periodos de “exuberancia irracional”, como los calificó Alan Greenspan, en verdad, de libertinaje financiero. Al compás del crecimiento de la burbuja muchas instituciones se convirtieron en “demasiado grandes para que puedan quebrar” (“too big to fail”).

Esto desemboca en el llamado “riesgo moral”: si la institución sabe que no la van a dejar quebrar y, al final, papá Estado vendrá a salvarla, entonces puede tomar riesgos muchos más grandes de los que tomaría si supiera que un mal rendimiento de sus inversiones la lleva a la quiebra.

Por eso es que Obama dijo ayer: “nunca más un contribuyente será tomado como rehén por un banco que “es demasiado grande para quebrar”. Así, con esta medida el péndulo liberalización-regulación se vuelve a inclinar a favor del segundo. Añadamos que Obama también ha anunciado un impuesto de 0.15% a los pasivos de las grandes entidades financieras, para asegurarse la recuperación de las centenas de miles de millones de dólares que “se les facilitó” durante el salvataje financiero.

Como con el proyecto de ley los bancos comerciales ya no entrarán a los mercados especulativos, los inversionistas ya comenzaron a “anticiparse”, sacando su dinero de esos mercados (bolsa y commodities) para irse a papeles menos riesgosos como los propios bonos del Tesoro.

Todavía no se sabe bien qué pasará en el Congreso, en pleno año electoral, con esta propuesta de ley. Economistas como Joseph Stiglitz dicen que “es un enorme paso adelante”, aunque no regula los derivados financieros ni, tampoco, a los bancos de inversión. Robert Reich se pregunta por qué Obama se ha demorado, porque todo estaba claro desde el saque. A no ser que Obama estuviera confiando en la “buena voluntad” de Wall Street, lo que no existe pues se siguen pagando a ellos mismos miles de millones de dólares de “bonos de productividad” con… la plata del gobierno.

Aparte del impacto que la regulación puede tener en la actividad económica y en la seguridad de los depósitos de los ahorristas, para los países productores de materias primas como el Perú es clave analizar qué va a pasar con esos precios. El reventón de las nuevas burbujas de esos mercados en los últimos tiempos puede darnos más de una sorpresa.

Todos los artículos del autor pueden ser leídos en: www.cristaldemira.com

martes, 19 de enero de 2010

“Esta democracia es una suerte de apartheid político”


Por Nicolás Lynch
La República
13 de diciembre de 2009

Profesor principal de sociología en San Marcos y en la maestría de Ciencias Políticas de la PUCP, ex ministro de Educación en el primer gabinete de Alejandro Toledo y acucioso analista político, Nicolás Lynch acaba de publicar “El argumento democrático sobre América Latina”, libro que origina el siguiente diálogo.
Por Federico de Cárdenas

Señalas en la introducción de tu libro que partes de una profunda insatisfacción con las explicaciones difundidas, sobre todo desde los EEUU, de lo que es la democracia en América Latina.

–Sí. Creo que la ciencia política norteamericana ha luchado mucho por “ganarse la patente” sobre las definiciones democráticas y si hay alguna región donde su influencia ha sido muy clara es A. Latina. Nos han exportado una definición “barata” de democracia, un producto intelectual de tercera o cuarta categoría, que se reduce a lo mínimo y por lo mismo no satisface la aspiración democrática de la región. Lo que choca en la última década y media son estas democracias limitadas, con derechos individuales y políticos formales que van en pareja con el programa de ajuste económico neoliberal. Entonces, el problema democrático en la región no es que hayan aparecido gobiernos autoritarios o de corte populista, sino la insatisfacción con esta democracia que niega derechos sociales y cierra la posibilidad de avance a las masas que buscan un camino distinto y que, en algunos casos, lo encuentran en los gobiernos de izquierda o centroizquierda que, con variantes, surgen en América Latina.

–En el libro rescatas algo del populismo, o en todo caso no lo condenas en bloque.

–Hace más de diez años que hago una recuperación positiva del populismo, y no solo en este libro. Creo que la visión norteamericana de la democracia, que me parece elitista y antimayoritaria, sataniza al populismo. Pero la historia de la región demuestra que fue al revés, que con el populismo la política pasó de las élites al conjunto de la población, un salto muy importante en nuestro camino de afirmación democrática. Es verdad que el populismo se ha agotado como propuesta política, pero ocupó un lugar muy relevante entre 1940 y 1980.

–¿Cómo explicarías que mientras que el neoliberalismo está en retroceso en todo el mundo, en el Perú se reafirme y continúe operando?

–Bueno, somos un país con una larga historia de atrasos políticos. Habiéndose originado aquí el gran ideólogo del populismo y el gran partido nacional-popular –Haya de la Torre y el APRA– no llegaron al poder sino cuando ya habían traicionado sus ideales en todas las formas posibles –como lo señala Nelson Manrique en su reciente libro– y lo que tuvimos de populismo provino del sector castrense y fue tardío, cuando ya no se daban condiciones en el mundo para que un régimen como ese fructificara. Luego, cuando se producen las transiciones a la democracia, tenemos una temprana –la de Morales Bermúdez a FBT– es paradójicamente una transición conservadora, muy distinta a las del cono sur, de signo progresista. Esta transición, sumada al terrorismo y otras causas, motiva la regresión autoritaria de Fujimori, que ocurre cuando se afirma la democracia en toda la región. El fracaso de la segunda transición –más allá de la ilusión que hubo con Paniagua y el primer momento de Toledo– hace que vivamos este continuismo con el golpe de estado de Fujimori. Las reglas que impuso la dictadura de 1992 siguen siendo las que rigen la relación entre política y economía en el Perú.

–¿Las reglas que intentó fijar la transición de Paniagua fracasaron?

–Diría que cuando menos se congelaron, y por dos razones: se decide continuar con el orden político fujimorista –Toledo no hace mayor esfuerzo por reformar la Constitución de 1993– y el APRA se “olvida” de restaurar la última Constitución decente que hemos tenido, la de 1979. Manteniendo la misma Constitución y el mismo régimen político, lo que hay es el continuismo que vivimos. En García la traición es incluso más rápida, pues abandona de inmediato su discurso reformista –que resultó un ardid de campaña electoral– y toma un rumbo neoliberal.

Una transición con ruptura

Tu libro llega a nuestros días y casi se podría decir que tus últimos análisis son preelectorales, al mencionar a buena parte de los actores que estarán en la contienda que se avecina.

–Es una tentación en que incurrimos los académicos cuando a la vez somos analistas políticos (ríe). Sin embargo, lo más importante que señalo ahí es que con Paniagua hubo una posibilidad de transición como transacción, o sea reformar la Constitución de 1993 o restaurar la de 1979 por la vía parlamentaria, hacer ajustes al programa económico, etc. Pero la realidad ha demostrado que esto es imposible. La derecha y la centroderecha no quieren ningún cambio a las reglas que lograron con el golpe de 1992, lo que hace que no quede sino la transición como ruptura. No es algo que me agrade decir. Recuerdo nuestra lucha con Gustavo Mohme Llona y otra gente en el año 2000 y antes para llegar a una transición como transacción y lograr programas de consenso. Pero una vez que huyó el dictador, ocurrió que la derecha quiso continuar con las ventajas que había obtenido con él y su gobierno. Por eso creo que solo queda la transición como ruptura para poder establecer un régimen democrático que incluya a todos, porque el actual es solo para algunos. Basta ver el control de casi todos los medios y la opinión unánime que propalan, mientras que encuestas y votaciones demuestran que más de la mitad de los peruanos piensa con otro punto de vista. Es una suerte de “apartheid político” con el cual hay que terminar.

Dos grandes partidos

–Ocurre que la derecha no está dispuesta a volver a pasar el susto que vivió en el 2006, de ahí que califique toda propuesta que se salga del canon neoliberal como “antisistema”.

–Hay dos grandes partidos en el Perú actualmente: un partido neoliberal y otro “antisistema”. El primero hasta ahora cuenta con cinco o seis candidatos, y el partido “antisistema” uno y medio: Humala y Arana, que es casi antisistema. Habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

–¿Cómo ves las posibilidades de Arana, que es un actor que surge en meses recientes?

–Hay que esperar sus definiciones. Por ahora es solo una promesa.

–¿Y Ollanta Humala?

–Es el único que se ha definido, por más que ha conocido algunos retrocesos políticos en los últimos años. La ventaja del partido “antisistema” es que no registra la “tugurización” del neoliberal.

–¿No te parece que Humala ha contado con cinco años para formar un partido sólido –distinto de su lamentable representación parlamentaria– y afinar sus propuestas, y no los ha aprovechado?

–Ese es su problema. Y si quiere tener otra oportunidad va a tener que demostrarle al país lo contrario, y muy rápido. Diría que como máximo el verano de 2010. Es cierto que se extraña de su parte una propuesta orgánica y política más sólida. Si no lo hace, habrá que buscar otras alternativas, pero reitero que el tema de fondo exige una ruptura que termine con el programa económico neoliberal. Sin necesidad de ser anticapitalista –me considero un reformista a estas alturas de mi vida–, creo que hay necesidad de un mercado inclusivo, nacional que le pueda dar verdadero sustento a una democracia. Como ocurre en la mayoría de países que viran a la izquierda en la región.

–Pero se ve en algunos de ellos, sobre todo en los del eje bolivariano, que manejan democracias limitadas, con líderes que se eternizan en el poder y acaban con la alternancia.

–Sí. Un tema fundamental para medir la democracia en estos gobiernos es el de la reelección presidencial. Desde una alternativa de profundización democrática hay que oponernos a la reelección, ya sea de izquierda o de derecha. Es una lástima que haya líderes que deban recurrir a la reelección para afirmar sus procesos. En eso me siento más cercano al Frente Amplio o al PT brasileño, que cumplen las reglas constitucionales, que de experiencias como la de Hugo Chávez.

El futuro de la izquierda

–Volviendo al caso peruano, ¿cómo ves las posibilidades de una izquierda democrática en nuestro país?

–Creo que pasan por una renovación profunda, que la llamada izquierda tradicional no ha podido llevar adelante. En el caso de Humala, hay la reivindicación de la nación –algo que había sido dejado de lado– y que la izquierda debe reivindicar, como lo hacen la mayor parte de los procesos democráticos de la región. El caso paradigmático sería Lula, que con sus maneras reformistas y conciliadoras le ha dado un enorme poder al Estado brasileño y gran presencia internacional. Otro elemento es que el futuro no puede ser una dictadura del proletariado o de un caudillo. Debemos construir una democracia plural, abierta, una democracia así es rechazada tanto por la derecha con su persistencia en el programa neoliberal como alguna izquierda jurásica, que se quedó fuera del tiempo.




La devaluación del bolívar golpea a las empresas multinacionales

12 de enero de 2010
The Wall Street Journal
Por Anjali Cordeiro y Ellen Byron

.NUEVA YORK— Colosos de la envergadura de Telefónica S.A., Colgate-Palmolive Co. y Avon Products Inc. se han esforzado por ampliar las ventas de sus productos y servicios en América Latina. Ahora, con la devaluación del bolívar venezolano, parte de las ganancias obtenidas en la región está bajo amenaza.

Venezuela devaluó el bolívar la semana pasada de 4,3 a 2,15 unidades por dólar, una medida que golpeará a las multinacionales cuyos negocios en América Latina han estado creciendo. En la práctica, la conversión de bolívares a dólares, euros u otras divisas disminuirá las ganancias.

La medida pone de manifiesto los riesgos que enfrentan las empresas de productos cuando intentan compensar la débil expansión en las ventas en Estados Unidos y Europa al apuntar cada vez más a mercados emergentes que ofrecen un de crecimiento más acelerado, pero son menos estables.

Bill Pecoriello, presidente ejecutivo de la firma de investigación de mercado ConsumerEdge Research, dice que convertir el bolívar en dólares a las nuevas tasas reducirá las ganancias para 2010 de los fabricantes estadounidenses de bienes de consumo en 2% a 3% en promedio. Indicó que Colgate obtiene un 9% de sus ganancias en el país latinoamericano y traducir el nuevo valor del bolívar a dólares podría reducir sus ganancias para 2010 en 23 centavos por acción. Avon, en tanto, obtiene alrededor de 11% de sus utilidades en Venezuela y podría sufrir una caída de 15 centavos la acción.

Agregó que Venezuela representa alrededor del 1,3% de las ventas de Procter & Gamble Co., el mayor fabricante mundial de bienes para el hogar y cuidado personal, y que la empresa podría enfrentar una pérdida de ganancias de alrededor de cuatro centavos por acción.

En Europa, la acción de Telefónica SA cayó 3,2%. El bolívar venezolano borró más de US$1.000 millones en ganancias que la empresa había conseguido en el país. Telefónica mantuvo sin cambios el lunes sus estimaciones de ganancia por acción en 2010, aunque algunos analistas no parecen muy convencidos.

"Es difícil imaginar como Telefónica logrará alcanzar su meta de ganancia por acción después de la devaluación en Venezuela", dijo Georgios Ierodiaconou, del banco ING. "La empresa enfrentará más dudas sobre de dónde exactamente vendrá su crecimiento en América Latina, si es real o alimentado por la inflación". El analista prevé que la devaluación reducirá en 4% los ingresos y en 10% la ganancia neta de Telefónica.

La devaluación del bolívar es el más reciente de una serie de traspiés de Telefónica en América Latina. La francesa Vivendi SA la superó en noviembre en la competencia para comprar la operadora brasileña GVT Holding SA. Y Telefónica tiene problemas con las autoridades antimonopolio de Argentina por la compra de una participación indirecta en Telecom Argentina SA, que es rival de Telefónica Argentina.

Avon, a su vez, ha identificado a América Latina como un mercado clave para expandir las ventas de sus productos de belleza, en parte porque los consumidores de la región gastan una proporción relativamente alta de su ingreso disponible en cosméticos. Colgate, en tanto, disfrutó de cierto aislamiento de las presiones de la recesión en EE.UU. gracias a su sólida presencia en Asia y Latinoamérica.

Ayer, Colgate informó que la corrección cambiaria en Venezuela perjudicará la ganancia por acción de todos los trimestres de 2010 en entre cuatro y seis centavos de dólar por acción. También informó que absorberá una ganancia extraordinaria de US$60 millones, unos 12 centavos por acción, relacionada en parte a ajustes en su balance en Venezuela. P&G y Avon declinaron referirse al impacto de la devaluación del bolívar en sus resultados.

De todos modos, Venezuela representa sólo una pequeña fracción de las ganancias globales de las empresas. Pecoriello aún mantiene sus estimados generales de ganancias para los fabricantes de los productos más populares porque hay "una decena de variables que impactarán las ganancias".

—Jason Sinclair y John Lyons contribuyeron a este artículo.

Un repunte del dólar no frenaría la racha de los commodities

7 de enero de 2010
Por Andrea Hotter

The Wall Street Journal

LONDRES—Un dólar más fuerte no tiene por qué traducirse en el final de la racha alcista de las materias primas, según analistas, debido a que las economías del mundo empiezan a recuperarse, lo que significa que la demanda probablemente pesará más que el impacto de las fluctuaciones cambiarias.

Los commodities están valorados en dólares, por lo que una divisa estadounidense más débil generalmente impulsa los precios de los commodities. Si todos los demás factores se mantienen igual, se necesitan más dólares para comprar la misma cantidad de bienes básicos.

No obstante, a excepción tal vez del oro, los precios de las materias primas empiezan a librarse de su correlación inversa al dólar, al encarecerse independientemente de las fluctuaciones de la moneda verde.

"La supuesta conexión entre un dólar débil y precios de commodities más altos se ha roto y podría convertirse en el orden del día que los precios de bienes básicos suban sin importar lo que haga el dólar", señala Dennis Gartman, un economista independiente y corredor de bolsa. "Es decir, vemos que los precios de los commodities ascienden cuando el dólar cae y vemos que los precios de los commodities escalan cuando el dólar también sube".

Eso es lo que sucedió en diciembre y en los primeros días de transacciones de este año. Los precios del cobre, un metal industrial utilizado en el sector de la construcción, subieron en diciembre pese a un repunte del dólar y alcanzaron máximos de 16 meses de más de US$7.600 por tonelada el miércoles en Londres y de 18 meses en Nueva York. De forma similar, el petróleo ha avanzado con firmeza; el miércoles cerró en US$83,18 el barril en Nueva York.

Sólo el oro, una protección contra la inflación y considerado por muchos más una divisa que un commodity, ha registrado un desempeño acorde a lo previsto. El 3 de diciembre, alcanzó un récord de US$1.226,30 la onza troy en Londres antes de caer pronunciadamente. El miércoles, en Nueva York, el oro para entrega en febrero se negociaba a unos US$1.130 por onza.

"Los commodities tienen un buen desempeño en un clima de dólar débil, pero pueden seguir generando retornos positivos cuando el dólar se fortalece", dice Michael Lewis, de Deutsche Bank. "Así que el mero hecho de que el dólar se fortalezca no es una condición suficiente para decir que los precios de los commodities van a tener problemas".

El dólar jugó un papel central en las oscilaciones de precios de las materias primas el año pasado, cuando el carry trade —en el que los inversionistas piden préstamos en una moneda de bajo rendimiento para comprar otros activos—contribuyó al debilitamiento de la moneda. Con las tasas de interés en EE.UU. en torno a cero, los inversionistas que practican esta estrategia cambiaron su asignación de activos del efectivo a las materias primas, así como a las acciones y los bonos.

Sin embargo, a medida que han surgido perspectivas de una recuperación económica en las últimas semanas, y por consiguiente, expectativas de un alza de las tasas de interés en EE.UU., los inversionistas se han apartado del carry trade, contribuyendo así al impulso del dólar.

Pocos pueden negar que parece que se ve una recuperación de la demanda de materias primas.

El crecimiento económico de China, el mayor consumidor de bienes básicos del mundo, se interrumpió sólo por un breve período el año pasado. Las últimas cifras del índice de gerentes de compras del país sugieren que el cuarto trimestre fue el mejor desde que se desató la crisis económica. Asimismo, el enorme paquete de estímulo del gobierno mantuvo intacto su apetito por materias primas incluso durante el apogeo de la crisis.

Países como Australia, Alemania y Japón han vuelto a crecer. Incluso la economía estadounidense, considerada una de las más golpeadas por la recesión, empieza a ver un repunte: su sector manufacturero creció por quinto mes consecutivo en diciembre y cerró el año con un alza, según datos de esta semana del Instituto de Gestión de Suministros.

"Son estos fundamentos económicos los que van a sostener los precios de los commodities, mientras que el año pasado gran parte de [su fortaleza] se debía a dinero caliente y a un dólar más débil", afirma Robin Bhar, del banco de inversión Calyon.

Si las grandes economías del mundo entraran en una recesión de dos dígitos, se caerían todas las apuestas por un aumento de los precios de los commodities. Los analistas, sin embargo, dicen que siempre y cuando los bancos centrales no incrementen las tasas de interés de forma demasiado agresiva en la lucha contra la inflación, la recuperación económica probablemente seguirá su curso.

domingo, 17 de enero de 2010

La Crisis y la Sequía del Crédito en Dólares

Actualidad Económica del Perú
Enero de 2010
Por Waldo Mendoza Bellido
Departamento de Economía de la PUCP

Hay una sequía del crédito en dólares debido a que la banca local perdió el 2008 su acceso a fondos de corto plazo en el extranjero a raíz de la crisis financiera ocurrida en USA. En noviembre último, los préstamos en dólares de los bancos al sector privado disminuyeron en 0.6 %, respecto al mismo mes del año pasado. Como el crédito en dólares representa la mitad del total, esta sequía crediticia es una importante fuerza recesiva que está detrás del crecimiento cero que viene registrando la economía peruana en 2009.

Eso es, en resumen, lo que dije en El Comercio del 24 de noviembre. Recibí la réplica inmediata del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), a través de su Gerente de Estudios Económicos, Adrián Armas (El Comercio, 28 de noviembre) e, inesperadamente, también de Mirko Lauer, el columnista político de La Republica y amigo del presidente García.

Según Lauer, mi crítica a la política monetaria tiene “un sesgo político importante”, porque el dato es que yo seria “uno de los principales asesores del candidato puntero Luís Castañeda”. Si Lauer hubiera cruzado sus fuentes y me hubiera llamado a la Católica, le hubiera dicho que su dato es falso. Y de paso le hubiera explicado también el secreto del “milagro peruano”, de cómo se logra parar en seco en unos pocos meses a una economía que crece al 10% anual. Y que parte de ese secreto es esta sequía crediticia en dólares.

Las cuestiones de fondo

La evolución del crédito en soles depende de la tasa de interés de referencia del BCRP, del humor de los banqueros respecto al futuro de la economía y del crecimiento del PBI. Si se reduce la tasa de referencia o si los banqueros se tornan optimistas o si la economía se reactiva, aumenta el crédito en soles.

Para que el ritmo de crecimiento del crédito en soles no se desplome, el BCRP debió bajar la tasa de referencia apenas detonó la crisis internacional en setiembre de 2008. El presidente del BCRP ha declarado que eso “hubiera sido una locura. En un momento de presión al alza del tipo de cambio solo un loco, un imprudente, hubiera bajado la tasa de interés”. Pobre presidente del Banco Central de Australia, quien bajó la tasa de interés en setiembre de 2008, medio año antes que el BCRP, justo cuando el dólar se fortalecía respecto a casi todas las monedas del planeta.

Esta demora en la reducción de la tasa de referencia, el enfriamiento de la economía y el cambio de humor de los banqueros, explican que el ritmo anual de crecimiento del crédito en soles haya descendido desde el 52 % registrado en noviembre de 2008 a solo 16 % en noviembre último.

Los créditos en dólares

Si los banqueros locales quieren ampliar rápidamente el monto de sus préstamos en dólares, como ocurrió en 2007-2008 o en 1996-1998, la opción es conseguir los fondos afuera. El problema es que, usualmente, estos fondos son de corto plazo, muy volátiles.

En la segunda mitad de los 90, se produjo una explosión de estos adeudados con el exterior que saltaron desde 1400 millones de dólares a principios de 1996 hasta 3630 millones a mediados de 1998. Como resultado, el crédito bancario local en dólares, que se alimentaba con estos fondos del exterior, se duplicó entre ambas fechas. Con la crisis rusa, hubo que pagar apresuradamente esta deuda, lo que provocó una sequía del crédito en dólares y fue una de las principales causas de la recesión de 1998-2000.

En 2007-08, ocurrió básicamente lo mismo. Hubo también una explosión de adeudados de corto plazo con el exterior que saltaron desde 754 millones de dólares a fines de 2006 hasta casi 2900 millones a mediados de 2008. Como resultado, el crédito local en dólares creció en más de 40 % entre ambas fechas. A raíz de la crisis financiera en USA, entre mayo del 2008 y setiembre del 2009, esta deuda con el exterior se redujo en tres cuartas partes. Esto provocó la sequía del crédito en dólares, que fue una de las principales causas de la recesión de 2008-2009.

Para evitar este ciclo de explosión-implosión de los adeudados con el exterior, el BCRP tiene a la mano una solución sencilla que ya se aplicó en 2004. Le pone un encaje a estos adeudados igual al encaje del 30% que recae sobre los depósitos en dólares. Esto significa que si un banco recibe un depósito o fondos del exterior por valor de 100 dólares, solo puede prestar 70 dólares y debe depositar en el BCRP los otros 30 dólares. El BCRP paga un interés (la remuneración al encaje) por estos 30 dólares. Mientras mayor sea la tasa de encaje y menor sea la remuneración del encaje, menos atractivo es tomar adeudados en el exterior para alimentar los prestamos locales en dólares.

La tasa de remuneración al encaje debe utilizarse como un instrumento de política para desalentar estos capitales y desdolarizar el crédito bancario, manteniéndola lo más baja posible, y no debe estar amarrada, como ahora, a la tasa de interés internacional.

Así, podemos aislar a la economía de la volatilidad de estos engreídos capitales de corto plazo.

viernes, 15 de enero de 2010

¿Nos hubiera ido mejor con ellos?

PUNTO DE VISTA

El Comercio
07 de enero de 2010
Por: Carlos Adrianzén Economista *

Para anticipar lo que viene en el período preelectoral, nada mejor que algo de perspectiva. Recordemos, García llegó al poder derrotando al preferido del dictador venezolano, Hugo Chávez. Muchos sostienen que este auspicio resultó apestoso para el elector. Pero hubo algo más. El discurso de Humala abrazó la receta bolivariana: avasallamiento institucional gradual y generalizado, expropiaciones arbitrarias, proteccionismo comercial, controles de cambios y esa mezcla inacabable de populismo y mercantilismo. Afortunadamente para nosotros, no solo ya habíamos visto esta película (y sufrido sus efectos empobrecedores entre los 60 y 80); en las últimas dos décadas aprendimos a asociar el progreso con la estabilidad y la apertura comercial. El resultado de este aprendizaje explicó la elección del que pareció el menos malo.

En lo que va de su segundo gobierno, García logró el cierre del TLC con EE.UU., el grado de inversión de Standard & Poors, y —hasta el destape de la crisis global— registró alto crecimiento y reducción de pobreza. En ausencia de reformas de mercado, los resultados solo llegaron hasta aquí. Ad portas del 2011 y frente al reciente enfriamiento de la economía, los activistas bolivarianos locales ya iniciaron la reventa de su candidato. No solo cuentan que su jefe es un demócrata (que elegido no va a mutar a dictador). Nos cuentan que si ellos hubieran enfrentado la crisis del 2009, lo habrían hecho mejor. ¿Pero sería esto cierto?

Con la receta nacionalista —esbozada en el 2006— es previsible que hubieran expropiado y enturbiado inversiones, así como inflado presupuestos burocráticos, subsidios, préstamos dirigidos y la maquinita de billetes. Todo para, supuestamente, impulsar la economía (digamos, como en los aciagos días de la alianza Apra-Izquierda Unida). Así, sin TLC y enrolados en turbios acuerdos con naciones estancadas a lo ALBA, más controlismo y desorden fiscal y monetario, no habríamos crecido mucho, la inflación hubiera sido mayor y, en lugar de grado de inversión, tendríamos regalitos y negocios raros con Chávez, además de la justificación fácil de que la culpa sería del capitalismo hegemónico y del calentamiento global.

Si le queda alguna duda, atrévase a informarse sobre la suerte de nuestros vecinos bolivarianos (en Twitter, por ejemplo). Aun con altos precios externos y hasta con datos oficiales manipulados, el circuito chavista recibe el 2010 mucho más atrasado, empobrecido e inestable que nosotros. Pero esto no es lo peor, sus gobiernos han mutado a dictaduras. Con el eslogan de refundaciones nacionales, han avasallado a otros poderes, desmontado límites constitucionales para perpetuarse, quebrado récords de corrupción y eliminado la libertad de expresión. Mirándonos desde su espejo, debemos reconocer que el 2006 nos salvamos, temporalmente, de una buena.

DIRECTOR DE LA ESCUELA DE ECONOMÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARTÍN DE PORRES

jueves, 14 de enero de 2010

ÍNDICE DE LA GLOBALIZACIÓN 2006

Foreign Policy
abril-mayo 2007

El mundo es un pañuelo, y la globalización está estrechándolo aún más, incluso en medio del conflicto y el caos. Por sexto año, Foreign Policy, en colaboración con A.T. Kearney, elabora la lista de los ganadores y los perdedores de la globalización. Singapur lidera la clasificación por segundo año consecutivo, mientras España sube del puesto 26 al 25. Vea además qué países salen bien librados y cuáles se están quedando atrás.

Los últimos meses han ofrecido, en abundancia, nuevas pruebas de que el mundo se desmorona. Conflicto en Oriente Medio, punto muerto en la cuestión nuclear entre Irán y Occidente, precios peligrosamente elevados del petróleo y el fracaso de la ronda Doha de negociaciones comerciales; todos estos elementos sugieren un mundo que ha descarrilado. En este ambiente tan volátil, el aislamiento resulta muy atractivo.

¿Por qué deben atarse los Estados aún más a un orden económico y político tan inestable? ¿Por qué van a perseguir voluntariamente una mayor dependencia de los productores y los políticos extranjeros? En otras palabras, ¿por qué van a desear la globalización?

Las respuesta es, en parte, que los titulares diarios que informan de cada crisis o cada conflicto no tienen en cuenta las corrientes de integración mundial, graduales pero a menudo muy profundas, que discurren bajo la superficie. Por impredecible que sea el mundo, la globalización todavía tiene mucho que ofrecer y está dotada de impulso propio. El Índice de la Globalización anual de A.T. Kearney/Foreign Policy examina las tendencias internacionales de base que revelan si las principales naciones del mundo están más o menos conectadas entre sí.

El Índice de este año tiene en cuenta datos de 2004, que fue crucial para la integración política mundial, al menos en teoría . En mayo, la Unión Europea (UE) aceptó a 10 nuevos miembros. Un mes después, los líderes europeos redactaron una Constitución para afianzar el increíble crecimiento de la Unión. Por su parte, la OTAN acogió a siete miembros nuevos. Y, al otro lado del mundo, Camboya y Nepal se incorporaron a la Organización Mundial de Comercio. También en el mundo empresarial hubo viejos rivales que se dieron la mano. Tras meses de disputas legales, los gigantes de la informática Oracle y Peoplesoft se fusionaron. Como es natural, algunos de los pasos hacia la integración resultaron ser pasos en falso. Los atentados del 11 de marzo en Madrid generaron mayores medidas de seguridad y políticas de inmigración más estrictas en toda Europa. Y en 2005, Francia y los Países Bajos enviaron sin contemplaciones a la Constitución europea de vuelta a la mesa de redacción.

No obstante, en cifras, 2004 fue un buen año para la globalización. El comercio internacional tuvo un sólido crecimiento, del 9 %, y adquirió más importancia en la mayoría de las economías nacionales. En primera línea estuvo el comercio de bienes, con un crecimiento incluso superior al de los servicios. Muchos países en vías de desarrollo se beneficiaron de ello, en la medida en que los precios de las materias primas se dispararon gracias a la enérgica demanda de China. Y no fueron sólo el acero, el combustible y el cemento los que viajaron hacia el Este. También lo hicieron montañas de dinero, sobre todo, occidental: las inversiones extranjeras en Asia aumentaron un 45% respecto al año anterior. Latinoamérica también recibió un empujón de los inversores extranjeros, que incrementaron su apuesta en la región en un 44 %. En total, las inversiones extranjeras directas crecieron el 9 %, y la mayor parte de ese aumento se debió a las inversiones en los países en vías de desarrollo.

La cooperación se extendió a ámbitos ajenos a la economía. Las contribuciones económicas y humanas a las misiones de paz de la ONU aumentaron enormemente con el aluvión de nuevas misiones que se puso en marcha o se amplió en lugares como Burundi, la República Democrática del Congo, Haití y Costa de Marfil. El turismo internacional también alcanzó niveles sin precedentes con un crecimiento especialmente rápido en Asia y Oriente Medio. Y muchos de los que no viajaban se dedicaron, por lo menos, a conectarse con el mundo desde casa. El uso de Internet se disparó en lugares impensables, como Indonesia, Marruecos, Nigeria y Senegal. Por supuesto, la difusión de la Red no fue una buena noticia para las compañías telefónicas; el número de llamadas tuvo un crecimiento mucho más lento.

En un intento de ver cómo progresa la globalización, el Índice examina varios indicadores relacionados con el comercio, la empresa, la política y la tecnología de la información, y con ellos determina la clasificación de 62 países. Son países que, entre todos, representan el 96 % del producto interior bruto mundial (PIB) y el 85 % de la población del planeta. El Índice mide 12 variables, divididas en cuatro "cestos": integración económica, contacto personal, conexión tecnológica y participación política.

La clasificación resultante ofrece un análisis que muestra qué países están globalizándose y cuáles no. Más aún, el Índice revela las distintas formas en las que se están abriendo los países. Para algunos, la globalización es, ante todo, un fenómeno económico. Pero hay muchas otras maneras de valorar el carácter global de un país, desde las llamadas internacionales y las remesas que se envían al extranjero hasta el número de usuarios de Internet y su participación en los tratados internacionales. Por ejemplo, Francia encabeza la lista en globalización política –medida en función de factores como la participación en tratados, misiones de paz y organizaciones internacionales–, pero está muy por detrás en el aspecto económico, debido a unos aranceles elevados y los persistentes subsidios a la agricultura. Está claro que los Estados prefieren ciertas formas de globalización a otras. Pero, independientemente de la crisis de cada momento, las fuerzas de la globalización son una realidad para todo el mundo.

EL CÍRCULO DE LOS GANADORES


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El centro neurálgico permanente que es Singapur conserva su primer puesto en el Índice de Globalización, pero ha habido muchos codazos en los 10 primeros lugares. Uno de los mayores avances fue el de Australia, cuatro puestos, para colocarse en el octavo. El encarecimiento de las materias primas –la minería representa el 5 % de la economía australiana– se unió a la buena situación de los servicios y el aumento de las inversiones extranjeras para impulsar el ascenso del país en la clasificación económica. Suiza infló su puntuación al multiplicar casi por dos sus aportaciones económicas a las misiones de paz de la ONU y gracias a contar con unos ciudadanos que se mantienen en estrecho contacto con el resto del mundo a través del turismo y las remesas. Irlanda, el país más globalizado en 2001 y 2002, perdió dos puestos con el traslado de inversiones extranjeras a Asia y Europa del Este. Estados Unidos subió un escalón empujado, como siempre, por una puntuación insuperable en materia de tecnología. El aumento de las inversiones extranjeras y de sus aportaciones económicas a las misiones internacionales de paz sirven de contrapeso a su mala nota en relación con el apoyo al libre comercio y la participación en tratados.

A LA ESPERA DE LOS PESOS PESADOS

Si se pregunta a un banquero de inversiones sobre la nueva frontera de la globalización, es posible que responda con una sola y críptica sílaba: BRIC. Este acrónimo, acuñado por el banco de inversiones Goldman Sachs, se refiere a Brasil, Rusia, India y China. "Si todo marcha bien", dice un informe de Goldman, "antes de 40 años , las economías BRIC, en su conjunto, pueden ser mayores que las del G-6 (Gran Bretaña , Francia, Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos), en dólares estadounidenses". Sin embargo, pese a su destacada presencia en las predicciones sobre el futuro de la globalización, los BRIC tienen malas puntuaciones en el Índice de Globalización, en gran parte porque cuentan con unas poblaciones inmensas que viven todavía en el medio rural y aisladas de la economía mundial.

El Índice de este año deja ver que el aislamiento puede estar llegando a su fin. China subió tres puestos, mientras que Brasil y Rusia subieron cinco. La clasificación de India sigue siendo la misma, pero su comportamiento general mejoró en casi todas las áreas. Estos pesos pesados del mundo en vías de desarrollo están abriéndose, cada uno a su manera. En 2004, el comercio en China alcanzó el billón de dólares (unos 792.000 millones de euros), con lo que superó a Japón y se convirtió en el tercer país con más volumen comercial del mundo (detrás de Estados Unidos y Alemania). Las inversiones extranjeras directas en Rusia aumentaron gracias al sector del petróleo y el gas. También hubo más inversores en India y Brasil; en 2004, las inversiones directas extranjeras en dichos países aumentaron en un 23 y un 80 % respectivamente.

Hoy, los BRIC son conocidos por los bienes que suministran al resto del mundo: desde artículos baratos de electrónica de consumo hasta materias primas y servicios de tecnología de la información. ¿Pero qué ocurre cuando sus consumidores empiezan a conectarse con el mercado mundial? Los expertos creen que una economía alcanza su "momento dulce" en el gasto de consumo cuando la renta per cápita supera los 3.000 dólares anuales. Rusia ya ha alcanzado ese nivel, y China y Brasil pueden llegar en el próximo decenio, mientras que India no tardará mucho más. Los bancos internacionales están ya haciendo cola para suministrar las tarjetas que necesitará la explosión prevista del número de consumidores. Ese día, la globalización dispondrá de un nuevo motor importante: millones de consumidores de los países en vías de desarrollo, provistos de tarjetas de crédito y el ansia de gastar.

UN MUNDO PARA EL HOMBRE RICO

Las personas extremadamente ricas suponen a menudo un problema delicado para los gobiernos. Para empezar, disponen de recursos equivalentes a las arcas estatales: la fortuna personal de Bill Gates es mayor que el PIB de Vietnam. Y a veces tienen ambiciones políticas comparables. Silvio Berlusconi y el recién depuesto Thaksin Shinawatra utilizaron los miles de millones de dólares de sus imperios para obtener el poder en Italia y Tailandia, respectivamente. Muchos observadores pensaron que la campaña de Vladimir Putin contra el multimillonario ruso Mijail Jodorkovsky fue una forma de impedir que el carismático empresario entrara en el mundo de la política. Putin podía tener motivos para sentirse acosado: la fortuna de los multimillonarios constituye casi el 20 % del PIB de Rusia.

Algunos gobiernos se esfuerzan tanto en atraer a los ricos como en controlarlos. Singapur –el país más globalizado– revisó en 2004 sus leyes fiscales para captar a multimillonarios de India y Hong Kong. No existen más que cuatro multimillonarios originarios de Singapur, pero hay docenas que guardan allí su dinero.

Estados Unidos sigue acogiendo la mayor riqueza del mundo. Según Forbes, entre los estadounidenses se encuentran casi la mitad de los multimillonarios del mundo (371 de 793 con una fortuna superior a los mil millones de dólares). Sin embargo, el valor neto total de los multimillonarios en países menos globalizados –como Brasil, India y Turquía– representa aproximadamente el 10 % del PIB de cada nación. Y da la impresión de que esas cifras están aumentando, a medida que los países en vías de desarrollo añaden rostros nuevos a las filas de los super ricos. La lista de multimillonarios de India pasó de 9 a 19 el año pasado, la China continental reconoce ya tener 8, y Turquía tiene la impresionante cantidad de 21 personas que superan los mil millones de dólares, siete más que Francia. Las clases dirigentes de esos países harían bien en tomar nota: tal vez los nuevos ricos decidan pronto tratar de quedarse también con el capital político.

LOS TÓXICOS


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Hay mucho aire caliente en torno a la globalización, literalmente. Con escasas excepciones, los países muy globalizados vomitan más dióxido de carbono per cápita que los menos globalizados. Estados Unidos, Australia, Canadá y Singapur –todos ellos, con puntuaciones altas en el Índice de Globalización– están entre los países que más contaminan del mundo. Los países más verdes entre los 10 primeros del Índice son Suecia y Suiza, que dependen enormemente de la energía hidroeléctrica. Por el contrario, Irán, Rusia y Arabia Saudí no tienen buena puntuación ni en el Índice ni en cuestiones ambientales. Son grandes productores de petróleo que no sólo venden a los demás sino que consumen su propio producto en grandes cantidades.

DINERO APARTE


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Es posible que los impuestos sean tan seguros como la muerte, pero son mucho más fáciles de burlar. Lo hacen millones de personas en todo el mundo cada año , trabajando en la economía sumergida, esas zonas desconocidas que deberían estar sujetas a la fiscalidad del gobierno pero no lo están. Las más oscuras son las menos conectadas con el mundo: existe una fuerte correlación negativa entre la puntuación de un país en el Índice y el volumen que se calcula que tiene su economía informal. La de Panamá es la mayor del mundo en porcentaje del PIB, como consecuencia de unas leyes laborales inflexibles y una burocracia muy pesada. Entre los países más globalizados, Suecia y Dinamarca tienen sectores informales de gran tamaño , poblados por quienes intentan huir de unos impuestos sobre la renta que son de los más elevados del mundo.

EL SUAVE GIRO A LA IZQUIERDA DE LATINOAMÉRICA

Ninguna región se ha movido tanto hacia la izquierda en los últimos años como Latinoamérica. Una nueva generación de dirigentes, entre ellos Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, Evo Morales de Bolivia y Hugo Chávez de Venezuela, han expresado con frecuencia su profundo escepticismo sobre el grado de justicia de la globalización económica. Durante su campaña presidencial, Lula dijo que la propuesta Área de Libre Comercio de las Américas era una forma de que Estados Unidos "se anexionara" Latinoamérica. Y uno de los primeros actos de Morales como presidente fue restaurar el control nacional de las refinerías de gas natural de Bolivia, con esta declaración: "El saqueo de nuestros recursos naturales a manos de empresas extranjeras se ha terminado".

Este tipo de frases hace que los partidarios del libre comercio se estremezcan. Sin embargo, con toda la retórica y el ruido ambiental, no hay muchas pruebas, hasta el momento, de que este giro político haya cortado verdaderamente las alas de la globalización. De hecho, el Índice de este año revela que la mayoría de los países latinoamericanos –con las excepciones de Colombia y Venezuela– ha mejorado sus posiciones. La economía de la región creció un saludable 6 %. Los gigantes de la zona, Argentina y Brasil, han experimentado un salto en la clasificación económica, y Panamá y Perú mejoraron su puntuación tecnológica gracias al aumento del número de ciudadanos conectados a la red.

En parte, estos resultados reflejan una pequeña expansión económica regional, que incluye la recuperación de Argentina tras su reciente derrumbe económico. Pero también está claro que la izquierda latinoamericana no está completamente alejada de la realidad económica. Lula, pese a toda su parafernalia izquierdista, fue al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, a atraer inversores internacionales, pocas semanas después de tomar posesión de su cargo. El viaje, junto con otras señales de que no iba a cambiar drásticamente el rumbo de Brasil, indignó a muchos izquierdistas tradicionales. Cuando Lula acudió el año pasado a un encuentro anual contra la globalización, algunos manifestantes le interrumpieron gritando: "¡Lula, regresa a la realidad!" Sin embargo, sus acciones durante los cuatro primeros años como presidente sugieren, más bien, que nunca la ha abandonado.

COMPRAR DUBAI

En otro tiempo, las compañías que querían impresionar a los inversores internacionales tenían pocas alternativas. Los únicos lugares en los que podían darse a conocer y salir a Bolsa eran Nueva York y Londres. Puede que lo más importante de los mercados globalizados sea la competencia, pero, durante muchos años , no había demasiada competencia entre los mercados financieros. Ahora, por fin, es posible que todo eso esté cambiando.

Hoy hay muchos sitios que compiten para atraer a los consejeros delegados y los líderes financieros de todo el mundo. Uno de los más agresivos es el pequeño Dubai, un emirato en el Golfo que tiene poco petróleo pero mucha iniciativa. El jeque Mohammed bin Rashid al Maktoum, príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos, es quien ha dirigido el ascenso de Dubai hasta el destacado puesto que ocupa en el mundo. En 2005 abrió sus puertas la Bolsa de Dubai. El dinero del petróleo de toda la región ha ayudado a dar vida al proyecto. También ha ayudado el hecho de que el emirato no recaude impuestos ni tenga unas regulaciones tan agresivas sobre las empresas como las de algunas bolsas occidentales. Los grandes bancos y organismos de inversión están apresurándose a establecer oficinas en el nuevo distrito financiero de Dubai.

Como corresponde a un lugar que aspira a ser un agente de la globalización, Dubai atrae a miles de inmigrantes de Oriente Medio, Asia y Europa. Aproximadamente el 80 % de la población del emirato son expatriados. La mano de obra procede de lugares tan remotos como Bangladesh, Sri Lanka y los territorios palestinos. Los enormes proyectos de construcción en los que trabajan –como las islas artificiales construidas en forma de palmera– están pensados para atender a los ricos que llegan en busca de lujo y tranquilidad. Entre los residentes ocasionales del emirato se encuentran el jugador de fútbol David Beckham y el cantante Rod Stewart.

El flujo de personas, dinero y talento se ve facilitado por la política de cielos abiertos de Dubai. Aunque el gobierno es dueño de Emirates Airline, acoge de buen grado líneas aéreas de otros muchos países. Por lo visto, la competencia entre aerolíneas es un precio barato a cambio de garantizar que todos los caminos aéreos lleven a Dubai.
Algo Más

Las fuentes de los datos y la metodología empleada para elaborar el sexto Índice anual de la globalización de A. T. Kearney/Foreign Policy están disponibles en www.fp-es.org y en la página web del Global Business Policy Council en www.atkearney.com.

El libro de Thomas L. Friedman, La Tierra es plana: breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. El libro clave para entender la globalización y sus consecuencia (Mr Ediciones, Madrid, 2006), proporciona una excelente aproximación a la globalización y sus consecuencias. Paul A. Laudicina, de A. T. Kearney, aconseja a las empresas cómo afrontar las presiones de la globalización enWorld Out of Balance: Navigating Global Risks to Seize Competitive Advantage(McGraw-Hill, Nueva York, 2005).

Algunos expertos han estudiado recientemente varios símbolos culturales y empresariales de la globalización. Ibsen Martínez ha analizado por qué los culebrones latinoamericanos han generado un mercado global en ‘Enamorando al mundo’ (FP Edición española, diciembre/enero 2006). Y en ‘El verdadero gigante asiático’ (FP Edición Española, octubre/noviembre 2005), Brook Larmer narra el ascenso del baloncestista chino Yao Ming al estrellato mundial.

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¿Levantará vuelo América Latina?

" La economía de mejor desempeño será la de Brasil, con un crecimiento previsto del 5.5%, seguida por las de Perú y Uruguay, que crecerán un 5% cada una"

05 de enero de 2010
Por: Andrés Oppenheimer Periodista

La buena noticia es que todo parece indicar que las economías latinoamericanas tendrán un año relativamente bueno en el 2010. La no tan buena noticia es que si no se vuelven más competitivas, su recuperación será como un vuelo de gallina: levantarán vuelo unos pocos centímetros, y se volverán a caer.

Por supuesto, las instituciones financieras internacionales no lo dicen en términos tan crudos. Pero eso es lo que están diciendo a puertas cerradas cuando hablan del futuro de la región en los próximos tres años.

Empecemos con las noticias positivas. Según la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal), la economía de la región crecerá un 4,1% en el 2010, recuperándose de la contracción del 1,8% que sufrió en el 2009.

La economía de mejor desempeño será la de Brasil, con un crecimiento previsto del 5,5%, seguida por las de Perú y Uruguay, que crecerán un 5% cada una, y las de Chile, Panamá y Bolivia, que crecerán un 4,5% cada una.

La economía argentina ascenderá en un 4%, y las de México, Costa Rica y República Dominicana experimentarán un crecimiento del 3,5%. Las economías de peor desempeño serán las de Venezuela, Nicaragua y Haití, con un índice de crecimiento del 2%, según la Cepal.

Pero cuando se trata de pronosticar qué pasará en el 2011 y más adelante, los economistas son menos optimistas.

Los motores del crecimiento ya se encendieron nuevamente, pero no se sabe cuánto nos durará el combustible, dijo Alicia Barcena, directora de la Cepal. “Persisten dudas sobre si la recuperación del 2010 será sostenida en el tiempo”.

El pastel económico del mundo se ha achicado, y Latinoamérica tendrá que ser mucho más competitiva para mantener o aumentar sus niveles de exportaciones a Estados Unidos y los países europeos afectados por la crisis. Y Latinoamérica también tiene una competencia mayor a partir del 1 de enero, cuando entró en vigor el nuevo acuerdo de libre comercio entre China y los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, que permitirá a los países asiáticos producir bienes a precios aun más competitivos.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de Latinoamérica en el comercio mundial se ha reducido del 6,5% al 6% en los últimos 30 años. Mientras tanto, la proporción de China en el comercio mundial ha aumentado del 2,5% al 7% durante ese mismo período.

Los pronósticos del FMI prevén que la proporción de la economía mundial correspondiente a Latinoamérica permanecerá estancada o disminuirá levemente entre el 2010 y el 2013, mientras que la correspondiente a China crecerá del 6% al 8,5%.

¿Qué puede hacer la región para salir de su estancamiento?, le pregunté a Nicolás Eyzaguirre, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI.

Eyzaguirre me dijo que el mayor reto de buena parte de la región será aprovechar los actuales precios altos de las materias primas y ahorrar para el futuro. La clave es eliminar la volatilidad, porque América Latina tiende a caer cuando disminuyen los precios de las materias primas, dijo.

“Hay consenso en que dos de los elementos que más pueden acelerar el crecimiento de América Latina tienen que ver con el gasto en infraestructura y educacion”, me señaló. “La receta, entonces, es ahorrar en los tiempos de vacas gordas, y planificar para poder hacer un gasto continuo en infraestructura y educación en las épocas de vacas flacas”.

Algunos países de la región, como Chile, ya lo están haciendo. Y habrá una gran oportunidad para que otros sigan ese camino en el 2010, porque no se prevé una caída del precio de las materias primas. El peligro es que muchos países tendrán una combinación casi demasiado buena para ser cierta de altos precios de las materias primas y bajas tasas de interés. Existe el riesgo de una nueva burbuja, agregó.

Mi opinión: hay que tomar los pronósticos económicos con pinzas, porque las cosas cambian. A fines del 2008, la Cepal y varias instituciones financieras internacionales pronosticaban que Latinoamérica crecería 1,8% en el 2009, lo que resultó excesivamente optimista.

Pero estoy de acuerdo en que si muchos países no se vuelven más competitivos, la esperada recuperación del 2010 será muy pasajera.

Lo que me lleva nuevamente a las gallinas. Dicen los campesinos que las gallinas no vuelan porque son demasiado pesadas, y se han vuelto indulgentes después de muchas generaciones de ser alimentadas sin tener que hacer el esfuerzo de levantar vuelo para buscar su sustento en otras partes. Lo mismo ocurre con muchos países.

Esperemos que la inminente recuperación latinoamericana no sea un vuelo de gallina, y que los países de la región levanten vuelo. ¡Felices fiestas, y un buen 2010 para todos!


El Comercio